Recuerdo cuando era muy pequeño y mis tíos (ingenieros casi todos) traían en la mano grandes radios, pesados, que no paraban de escupir las voces de la gente en la obra (y ellos contestaban irremediablemente con las direcciones requeridas). Me parecía algo fascinante (en mi niñez, los walkie-talkies aparecían en las películas en las manos de los niños más intrépidos y aventureros, era el final de la guerra fría y todo el mundo quería ser un espía).
Pasaron algunos años, y antes de que existieran los famosos bipers, yo tenía un pequeñísimo radio en el cinturón (me lo compré en la prepa, ya tenía mi pequeña empresa de servicios de cómputo). Ese radio sólo recibía los mensajes, no era bi-direccional, pero tenía cobertura metropolitana. Uno llamaba a un número y decía el número del radio (el mío era el “7029”) y a continuación, el mensaje. Luego de un par de minutos, sonaba mi radiecito “7029 márcame a la casa” (por lo general, era mi mamá quien usaba el servicio) y acto seguido iba a un teléfono público. A veces, mis amigos, sobre todo cuando sabían que estaba en el salón de clases en la universidad me mandaban otro tipo de mensajes “7029 TU PAPÁ SE CAYÓ EN LA MEZCLAAAA” y toda la clase se moría de la risa…
Fuí el primero de mis amigos en tener un celular. En esos tiempos, sólo había una opción: Iusacell. Podía tenerlo porque tenía una tarjeta de crédito con límite de 3,500 dólares y porque trabajaba en ventas en IBM de México. Esas cosas eran muy caras en esos tiempos.
Animaba, sin embargo, a amigos y familiares a usar el correo electrónico, sobre todo a los que no vivían en mi ciudad, pero ellos insistían en que ese era un mundo y una tecnología que no les era necesaria (sólo existían los BBS, públicos y privados, y yo era CoSysOp de uno de ellos, Tierras Extrañas, de Guillermo Saavedra, y tenían que tener computadora y módem para usarlos, y esas eran cosas que pocas oficinas tenían).
El correo electrónico me permitía recibir entre 250 y 400 mensajes diarios, clasificarlos, responder a unos 50 a 100 y manter una agenda muy grande de contactos, temas, servicios e información de lo más variada. Y lo mejor de todo: la gente ó los servicios te envían información, y uno los lee cuando puede, y los contesta cuando tiene algo que decir.
Por ahí de 1995 me enteré que era el método favorito de comunicación de Bill Gates, leyendo su libro “Camino al Futuro”, y el lo definía como “comunicación asíncrona” (ya que no ocurre al mismo tiempo entre el emisor y el receptor). La libertad y la automatización derivadas de enviar y recibir información de forma asíncrona es enorme.
Yo llevaba más de media década usando “chat” (en el BBS y “talk” en Internet) cuando apareció por primera vez ICQ en 1996, así que para cuando se popularizó el término “chatear” no me sorprendió el que los usuarios lo usaran exactamente igual que usan el teléfono, con el mismo lenguaje, la misma lentitud y la misma falta de propósito. Es normal escuchar que los niños de hoy duren horas chateando, cuando en mis tiempos preparatorianos era lo mismo, pero por teléfono (con la diferencia de que pocas, muy pocas personas pueden escribir más rápido de lo que hablan, por lo que los niños de hoy duran más tiempo chateando y dicen mucho menos cosas).
La masificación de Internet me facilitó las cosas, y para antes del año 2000 el 99% de mis comunicaciones que no eran en persona las tenía a través del correo electrónico (inclusive con mi familia, en la que siempre he tratado de evangelizar con las nuevas tecnologías).
Y, por esos tiempos, fué que sucedió. Grandes inversionistas hicieron que una compañía que se dedicaba a operar con la misma filosofía de los radios que usaban mis tíos cuando yo era un niño, pero con alcances trans-metropolitanos, hicieron que Nextel empezara a crecer y crecer. Mercados fuera de las industrias que requerían de un ingeniero y un capataz comenzaron a usar esos radios y fueron muy felices. Pero no fué hasta principios de este siglo que me forzaron a usar uno (afortunadamente, por muy poco tiempo).
El Nextel sigue sirviendo para lo mismo: para que el capataz se comunique con los albañiles. Por eso es aberrante y molesto. Puedes estar comiendo, en el baño ó dormido y el “bip-bip” interrumpe cualquier actividad, invadiendo la vida a niveles insoportables. Es un moderno grillete que le facilita la tarea a los jefes y les arruina el tiempo a los subordinados. Al menos en mi niñez, los radios se apagaban fuera de los horarios de obra, para ponerlos en sus bases a cargar y estar listos al día siguiente.
Ahora, me podrían decir que el celular es similar. Pero la diferencia es crucial. Si bien el teléfono (móvil o fijo) es el equivalente a tener a alguien a un lado gritando “¡CONTÉSTAME! ¡CONTÉSTAME! ¡DEJA DE HACER LO QUE ESTÉS HACIENDO Y CONTÉSTAME!” siempre está la opción de saber quién llama (caller-id) y el dejar que actúen los servicios de buzón de voz (aunque hay quienes son tecnófobos y se niegan a dejar recado). En el caso del Nextel sólo se puede saber quien llama (y por lo general, es el jefe ó alguien pidiendo algo). He visto casos en los que parejas usan Nextel (casi siempre es para pedir una respuesta a “¿donde andas?” ó “¿qué estás haciendo?”, pero no quiero hablar de enfermedades y cada quién con sus manías.
Los servicios de mensajería instantánea son muy similares al Nextel, con la diferencia de que si se puede dejar recado. El problema es la aparición de alertas, ventanitas y ruiditos que dicen algo muy similar a los gritos de alguien al lado “¡PÉLAME! ¡PÉLAME! ¡DEJA DE HACER LO QUE ESTÉS HACIENDO Y PÉLAME!”.
Yo trabajo en varias cosas a la vez. Usualmente, tengo 3 ó 4 “pantallas” para lograr no perderme de nada y lograr recibir y transmitor información, a la vez que genero mis productos. Cuando viajo está sólamente la pantalla de mi notebook, pero en mi lugar de trabajo está directamente conectado un monitor externo, el monitor de mis downloads en otra máquina y una pantalla de 80″ para CNN, NasaTV ó cualquier broadcast en el que esté interesado.
Toda comunicación se puede (debe) volver asíncrona, a menos que su importancia relativa sea tan grande que requiera sincronía. Mientras hay personas que encuentran conveniente que les aparezca una alerta cada vez que reciben correo electrónico, yo recibo tanto que dicha alerta resultaría inoperante (se volvería contínua). Mis comunicaciones de mensajería instantánea son convenientemente reguladas por el “estado” en el que me encuentro (“en línea” si estoy disponible para contestar en el menor tiempo posible, “ocupado” cuando estoy dispuesto a contestar, pero mi atención está en otros asuntos y “ausente” cuando se me puede dejar “recado”, pero no se espera que yo conteste). Mi correo electrónico lo reviso cada que tengo oportunidad, 20 horas al día. El teléfono y el celular reciben un tratamiento muy sencillo: si identifico la llamada y es una que espero ó de una fuente específica (como la familia), contesto. Todos los demás casos, especialmente aquellos números que no identifico, espero que dejen un mensaje para ver cual es la forma más conveniente de respuesta.
Las compañías de marketing, tele-marketing ó cualquiera que opere en base a comunicaciones síncronas me dan risa, ya que las nuevas generaciones saben usar la tecnología, y responderán igual que yo a quienes les quieran contestar, no a quienes quieran que les contesten.
Siempre he preferido hablar en persona que por teléfono, y lo hago no por socializar, sino porque así la cantidad de información se transmite mucho más rápido. Sin embargo, el correo electrónico ó e-mail presenta el quíntuple conveniente de:
- Es asíncrono, y se puede enviar y contestar cuando es posible por ambas partes.
- Todo queda por escrito (inclusive la fecha y hora, tanto de envío como de respuesta). Un mal entendido que afecte a una de las partes tiene la fácil resolución de dirimirse lléndose a la fuente escrita.
- Pueden adjuntarse archivos de todo tipo.
- Puede haber múltiples receptores (visibles e invisibles).
- Es clasificable y se pueden hacer búsquedas en él. Un papel se puede perder, pero un mensaje de correo electrónico se puede buscar por palabras clave, por los archivos adjuntos, por fechas, remitentes y receptores, etc.
Las comunicaciones síncronas deben estar limitadas (por su naturaleza disruptiva, invasiva) a verdaderos casos de emergencia ó importancia que así lo requieran.
Se que hay quienes, limitados por su edad ó por su formación, tengan sed de usar las interfaces de comunicación humana más antiguas (como la palabra hablada, en persona de preferencia), pero yo no tengo esas limitaciones. Haciendo la obvia excepción en todo el ámbito del afecto, por supuesto.
Para aquellos que no tienen de otra más que usar su Nextel, mi más sentido pésame.
Comentarios formato anterior:
por Pitágoras el domingo 30 de marzo de 2008
¿Qué, no hablas de tu época del C.B.?
Re: por Carlos Niebla el domingo 30 de marzo de 2008
Cierto! si no me equivoco, tu fuiste quien me instó a comprarme mi primer radio C.B., fueron épocas doradas con el señor José de la Herrán, Ramón Fregoso y el club que teníamos 🙂 ya habrá un artículo sobre esos tiempos!
por mike8a el viernes 11 de abril de 2008
De hecho yo traigo uno de esos cencerros pero SIN la pena, se enciende y apaga de acuerdo a mi horario de trabajo (si fuera cardiologo estaria encendido 24/7) recuerdo mi primer contacto con Radiomovil Dipsa, cuando estaban en la del valle e instalaron por alla del 86/87 el cel del carro de un ex-jefe y como dices el uso era el mismo: “donde andas? ya vienes para aca? trae 2 litros de leche” x cierto, yo era fan del programa de Fregoso que hablaba de tecnologia, cheers!!