El otro día disfrutaba de la película The Lost World (parque Jurásico 2), y un diálogo al principio de la cinta me hizo soltar la carjajada:
NICK – Fuí camarógrafo para Nightline durante seis años, soy freelance desde el 91. He hecho varios trabajos para Greenpeace.
SARAH – Eso debió ser interesante. ¿Qué te llevó ahí?
NICK – Mujeres. Alrededor del 80% son mujeres en Greenpeace.
Ya había sido objeto de propaganda de parte de las chavas que ambulan dentro del Sanborns, especialmente en las secciones de libros y revistas, para que me enrolara en la noble defensa de las ballenas jorobadas, los bosques tropicales, las reses de lidia y una que otra foca bebé. Me pareció interesante que el diálogo de la película apuntara a un par de cuestiones de género, ya que pensaba que estaba yo sólo en relación a estereotipar a los verdes como feministas, pero al parecer estaba equivocado.
El tema del artículo no son las mujeres que se enrolan en cuidar cosas “bonitas” como delfines, sino más bien de todos aquellos que buscan en las etiquetas de los productos que consumen la palabra “orgánico”.
Un artículo publicado en la revista Reason, establece la relación entre la mercadotecnia y la ignorancia floral de los hippies modernos, ya que desde su título (La siembra/granja orgánica es una bola de -hmmm- fertilizante) sintetiza el contenido: una revisión comprensiva de 400 artículos científicos sobre los impactos de los cultivos orgánicos arroja que no hay ninguna evidencia de que los productos orgánicos son más saludables. De hecho, incluso si no es posible probar que son más saludables, los “activistas” orgánicos aluden que son más “nutritivos” (el artículo explica que lo que los elementos más presentes en dichos productos son pesticidas naturales). Las técnicas de arado también arrojan resultados negativos: los métodos tradicionalmente orgánicos (que no remueven los restos de las cosechas) usan 80% más terreno. Y ni hablar de los recursos necesarios para poder sembrar artículos orgánicos, pues para “competir” con la siembra que usa la ciencia actualmente se deberían eliminar todos los bosques para producir cantidades iguales de alimentos orgánicos, o la humanidad se moriría de hambre.
El movimiento orgánico es una ideología, y como tal, su habilidad para usar herramientas científicas está severamente restringida.
Me parece oportuno hablar de la similitud entre los comerciales para productos femeninos y sus estrategias: 80% menos puntas quebradas, resultados 73% más rápidos, 9 de cada 10 mujeres experimentaron tal o cual cosa…. la lista es interminable. Parece que a pseudo-datos, los géneros responden de formas distintas. Intentemos contar el número de hombres que ingresan a Nutrisa (que no sea por un helado, por supuesto), a los famosos Centros GNC, o a la exclusiva tiendita The Body Shop.
Todo esto no pasaría de ser una simple anécdota, incluso chocante para algunos, lo concedo, si no fuera porque los “verdes” están usando la antropomorfización de sus ideologías como herramienta táctica de mercadotecnia. Me explico: a una ballena la matas, no la asesinas. A la tierra la abonas, no la curas.
La semántica es importante. No hace poco, iban a matar a un primate (capturado en Sierra Leona, enviado a Austria para una vivisección y que terminó en un santuario para animales que quedó en bancarrota), surgió una mujer, Paula Stibbe, que deseaba ser nombrada su “representante legal” y que buscó en las cortes austriacas que le dieran el estado de “persona”, con el fin de evitar que lo mataran (me recuerda a Sigourney Weaver, interpretando a aquella bióloga, Dian Fossey, en Gorilas en la Niebla). Al final, la corte decidió que el chimpancé no podía ser nombrado persona, y lo mataron (ojo: no lo asesinaron).
Ahi está el caso de la directora de PETA (la más grande asociación de tratamiento ético de los animales a nivel mundial), Ingrid Newkirk (y las famosas celebridades femeninas en contra del uso de pieles para vestir, algo así como una paradoja), que aparece en fotografías abrazando y besando prácticamente cualquier animal, pero ningún humano…
El problema radica en que la mayoría de la población, vulnerable a la publicidad engañosa, compra la idea de antropomorfizar la naturaleza y le brinda un lugar por encima dela humanidad, volviendo a las peleas de perros algo tanto o más prioritario que el combate al narcotráfico. Es difícil expresar el daño que se está causando al priorizar cosas por encima de otras (como el acceso a la educación con calidad, la investigación científica básica, la regulación de laboratorios médicos, etc.).
Los papeles se han invertido, y ahora los viejos hippies (otoñales, diría un buen amigo) están en el poder, discriminando todo aquello que no huela a San Francisco en los años sesenta.
Como diría Newman (personaje de la serie Seinfeld): OH! LA HUMANIDAD!