Muy temprano por la mañana, me había quedado de ver con unos amigos para ir a la manifestación en el zócalo capitalino. Eran las 6:30am (la concentración estaba citada para las 9:00am) y era jueves. Llegué, como de costumbre, temprano a la cita. Del metro Hidalgo a la entrada del hotel Sheraton Centro Histórico, en la avenida Juárez, solo son unos pasos. Nunca había estado ahí tan temprano, y la vista de una ciudad dormida (pero tan dormida) da paso rápido al trajín de todos los días. Era jueves (día laboral, enmedio de una semana cualquiera), y no se hicieron esperar aquellos que desde muy temprano limpian la calle, venden tamales afuera del metro y preparan la metrópoli para aquellos que más tarde han de usarla. Me senté en una banca justo en la entrada del moderno hotel, y esperé.
Tuve la ventaja de ver que no era yo el único desmañanado, y que poco a poco todo tipo de personas iban a pié, sobre av. Juárez, con destino al zócalo. Al zócalo si, porque llevaban esa actitud de quien llega temprano al estadio, al teatro: con la frente muy en alto, el aire resuelto, la espectativa de que algo grande va a suceder. La adrenalina sustituye al café negro, y no importa que tanto descanso se haya logrado la noche anterior. Lo que viene es excitante, fuerte, trascendente.
De entre las sombras (el horario de verano hizo que las 7:10am fuesen más parecidas a la noche que al día) distinguí a mis amigos, que con el mismo talante se dirigían no al zócalo, sino al Sanborns de los Azulejos, porque el plan desde el principio era desayunar, y de ahí pasar al evento, a la historia (todos somos burgueses, pues). ¿Ya viste? tan temprano y va llegando tanta gente…. — El comentario, la expectativa.
Llegamos al restaurante, y rodeados como estábamos de quienes tuvieron la misma idea, estaban Guadalupe Loaeza y sus amigas, periodistas e intelectuales de talla y gente importante en general. Todos con su panecito, su cafecito y sus huevos, todos. Para cuando acabamos con la comida, eran literalmente ríos de personas sobre av. Juárez, algunos de amarillo, otros como cayera, pero todos muy rápido, porque seguro se llena y luego no llegamos. No faltó, tampoco, la vendimia política, y las banderitas amarillas con la efigie del peje “de a 10 joven, de a 10”, los globos, las playeras, todo amarillo.
Por fin llegamos al zócalo. El escenario, los 2 helicópteros (Televisa y la policia), las vallas, los camiones, la música trasnochada de otra época revuelta y revoltosa de los 60’s y los 70’s. Todo se veía como en un concierto masivo. Nadie se sintió decepcionado.
Por el audio nos dijeron que en unos momentos, luego de revisar que todo estuviese listo, se iban a enlazar los diputados del PRD para mostrar su apoyo. Pocos minutos despuúes, y con el Palacio Legislativo de San Lázaro de fondo, los representantes del PRD en el congreso se mostraron solidarios con el movimiento en contra del desafuero, en voz de su coordinador, el dip. Pablo Gómez.
No fué sino hasta más tarde cuando hizo su arribo Andrés Manuel. Yo todo el tiempo tuve en un oído la transmisión en vivo de Jacobo Zabludobsky, para enterarme de los detalles de aquello que no podía ver, y me enteré de en que calles iba el todavía Jefe de Gobierno. Una vez que se bajó de su tradicional Tsuru blanco, los gritos no se hicieron esperar, los globos amarillos llenaron el cielo y se dejaron escuchar algunos cohetes, como en los tiempos más representativos del viejo PRI (pero no hubo globos aerostáticos). Andrés Manuel caminaba por entre las vallas metálicas puestas con anterioridad para ese fin, directo al escenario.
Fué entonces que las primeras palabras de Andrés Manuel se amalgamaron con los presentes para hacer un minuto de silencio por la muerte del papa Juan Pablo II. La petición fué sencilla, pero muestra de que en este país aún hay un dejo de laicismo: “se que hay entre Ustedes creyentes, católicos, cristianos, de otras religiones, libre-pensadores… les pido guardar un minuto de silencio por el respeto a la figura y a lo que representaba Juan Pablo II…”, y los más de cien mil que ahy estábamos, salvo un efímero intento de un “goya” por los que visitaban desde la Prepa 7, callaron. Ha sido este momento uno de los más impresionantes momentos que he vivido, pues unos segundos antes, el “no estás solo, no estás solo” y otros gritos eran proferidos a todo pulmón, a la par de tambores, cacerolas y demás. Más de cien mil personas no hicieron ningún ruido, y el viento, que es fuerte en una plaza tan grande, llenaba el espacio.
Andrés Manuel López Obrador habló de muchas cosas, que han sido repetidas en variedad de medios, y no las voy a repetir aquí. Al terminar, se despidió, y fuimos conminados o a quedarnos ahí y ver por control remoto toda la transmisión de la sesión del congreso envestida en jurado de procedencia o a irnos. La mayoría optamos por regresar a nuestras labores. Y nos dimos cuenta de que desde la plancha del zócalo no veíamos realmente cuanta gente estaba presente. Casi de inmediato, nos enteramos de que no podíamos salir por av. Juárez, pues miles se habían quedado sin poder llegar al zócalo. Rápidamente tomamos la decisión de irnos por corregidora, o cualquier calle, con tal de salir, pero en todas se nos había cerrado el paso por aquellos que aún estaban esperanzados por ver siquiera el montaje en el zócalo, aunque ya no estuviese AMLO. La cosa se puso casi crítica cuando comenzaron los empujones y aquello amenazaba con convertirse en estampida humana. Enterado como estaba de que el resultado de dichas estampidas eran muertos aplastados, no paraba de repertir a mis amigos (aunque realmente no era sino para darme la sensación de que tenía un poco de control, ya que en una situación así no habría mucho que hacer) “recuerden: si la cosa se pone fea, lo importante es trepar” “¿trepar a donde?” “trepar por encima de los demás“. Afortunadamente algunos de los que querían entrar se hicieron a un lado y pudimos salir ilesos del embrollo.
Seguí toda la transmisión por radio. El discurso que dió Andrés Manuel en el congreso conmovió hasta los más reacios, lo que me hizo pensar que lo había escrito Helena, Helenita (como la llamó Andrés Manuel) Poniatowska. De ahí toda la sesión de argumentos, contestaciones, y más argumentos, y más contestaciones, hasta que todo recurso se hubiese agotado.
Para ese entonces, ya estaba por llegar a mi casa. Me acababa de cambiar de domicilio, y solo tenía un juego de llaves que obviamente traía mi mujer, y no había llegado. Así que los argumentos finales de Pablo Gómez y de Manlio Flavio Beltrones los escuché en mi radio portátil, bajo una llovisna ligera, en la banqueta. Todos los 10 minutos que duró el tiempo de la votación seguía acompañándome Jacobo Zabludowsky…
La esperanza muere al fin, y antes del fin, llegó el desafuero. En mi país es facilísimo unirse par ahundir o alabar a alguien. Es súmamente difícil votar una reforma tan necesitada como la reforma al Sistema de Seguridad Pública y Justicia Penal. Y por mayoría, los diputados que votaron por el desafuero pasarán a la historia como los vivales que son.
Comentarios formato anterior:
?? por Marcos el jueves 1 de febrero de 2007
Oye, por qué “your gallery of pics” ¿está con títulos en inglés? ¡ah!, lo olvidé, las “marías” no te leen, aunque usen celular jajajaja, simpático el reyezuelo. Aprecio más el latín, y que quede claro, no hay punto de comparación entre uno y otro como escribiste alguna vez, no la friegues, o entonces dónde quedó la historia y el origen de varias lenguas?
?? por Marcos el jueves 1 de febrero de 2007
Deslumbra tu corazón amarillo como el de las “águilas del américa”, (perdón por las minúsculas y por supuesto, las comillas: son un dejo de violencia silenciosa contra una calcomanía enorme y deslumbrante que miré al estar en el interior de un microbús camino a casa). Fíjate, siento que tu estilo sólo encuentra tranquilidad y comunica el mismo estado a quien te lee, cuando con sabrosa narrativa amas e intentas repudiar al sr. Andrés: Amor apache.