El desacuerdo es válido. Pero cuando un humano abusa de su poder (individual o colectivo) para imponer su punto de vista por sobre los otros, se viven tiempos obscuros en la historia. Mal la pasaremos como humanidad (otra vez, porque quien no conoce la historia está condenado a repetirla) si se llegan a prohibir todas las cosas que se hacen sin afectar directamente a otros humanos. Pero a sabiendas de lo agresivos que suelen ser los que prohíben (hoy y en el pasado) de poco sirve hablarles. A ti, que crees vehementemente que algo me debes prohibir (por las razones que sean) cuando no te hago nada: buscaré defender mis libertades a tu costa, pues también la historia me ha enseñado que cuando no nos defendemos (a veces pasivamente, como Gandhi, y otras a capa y espada, como guerreros) estaremos muertos hasta recuperar nuestras libertades arrebatadas.
toros
Se puede oir el eco de aquella mano estirada palmeando la puerta de toriles, el ondear del viento en el capote extendido, la respiración contenida en esa bestia de media tonelada con las 4 patas en el aire, el ruido arenoso de las zapatillas del matador hacer semicírculos en el piso y la campana, esa que no deja de sonar, siempre quedito y agudo, pero siempre, del respetable que no respira y que siente jalar su rostro hacia arriba de forma involuntaria por cientos de pares de cejas!
Las corridas de toros son algo salvaje, cruel y violento. Sin embargo, así es la vida. Una persona arrojando embriones de pollo al aceite hirviendo, alguien comiéndose una langosta, o la gran mayoría usando muebles de cadáveres de árboles… Sin embargo, la respuesta “pero es que es diferente” solo aparece para esconder la cabeza en la arena, sin comprender definitivamente que los humanos somos también animales, y que predamos igual que ellos, sin importar que tanto envuelvan la carne sanguinolenta de una vaca que murió en mucho peores condiciones en el Superama más cercano, envueltita en celofán muy mono y con papel absorbente debajo para esconder hasta la última gota roja de sangre.