A últimas fechas se ha dado una verdadera oleada de “efervecencia” política, de dimes y diretes, de broncas, gritos y sobrerazos. Lo que me sorprende es que provenga de una manada de representantes no electos, de gente por la que nadie votó, pero que por leyes que en su momento sirvieron para traer pluralidad a un congreso que estaba monopolizado por el PRI, hoy solo sirven para alborotar e intentar llevar agua a su molino.
Tal es el caso del diputadillo Jorge Alberto Lara Rivera acompañado en la foto por su compañera (esta si, de mayoría relativa) Gabriela Cuevas Barrón, conocidos por llorar a las puertas del GDF para que los dejen interpelar a López Obrador, o estar detrás de organizaciones que no quieren que se trasladen monumentos (Salvemos Reforma).
Pero también es el caso de la diputadilla Marisol Avila Lagos, que fué la principal involucrada en el escándalo político aún sin resolverse del todo en contra del Chacho García Salvidea en Cancún, y quien ostenta en su currículum haber tenido un puesto de playeras en el famoso puerto del caribe mexicano, hágame Usté el favor, mire nomás…
Hay que hacer patente que a estos nadie los eligió, y que deberían dedicarse al noble ejercicio legislativo y no a manchar el nombre de sus partidos, pero sobre todo a no malgastar el tiempo de todos con tanta payasada y niñería…