Rafael Pónfilo Acosta Naranjo

El viernes 11 de diciembre fuimos invitados a la 2da. función de la obra “Ay Juanito no te rajes!” al el Teatro Blanquita, por el Director del Centro Artístico Multidisciplinario (donde se encuentra una de mis empresas, NAYA), Alfonso Reyes. No dejé pasar la oportunidad de conocer, como siempre de primera vista, a uno de los actores principales de la política nacional.

Lejos de citar las múltiples reseñas que hay en la red de la obra (teatro de revista), que en su mayoría se detienen a evaluar que tanto auditorio hubo en la 1a. función (a la que no asistí) y a mencionar que si Juanito volverá a “tomar” la Delegación Iztapalapa o las “paleras” que estaban afuera del recinto con pancartas en apoyo a AMLO y/o Clara Brugada, haré lo que pueda por tratar de poner en perspectiva lo que presencié personalmente.

Definitivamente, los “periodistas de la fuente” volvieron a poner de manifiesto su ignorancia, falta de preparación y su ya conocida consigna de hacer lo que se les manda a hacer (y nada más), ya que al intentar ponerle el calificativo de actor a Juanito (en el teatro de revista hay “performers”, no “actores”) y desde esa perspectiva intentar evaluar su desempeño, o al intentar medir el éxito o fracaso de una puesta en escena por su aforo (he acudido a obras muy bien puestas, de autores conocidos, en los que habíamos 10 espectadores), o al reportear una escasa cuartilla al respecto (nunca con siquiera un poco de contexto, no tienen nada en la cabeza), se vuelve imposible sin haber estado ahí formarse una opinión apenas a medias de lo que en verdad sucedió.

Desde el principio, ubicado en el Teatro Blanquita, se sobre-entendía que no vería más de lo que una obra dirigida al pueblo, a la masa, a quienes por el solo hecho de poner un pié dentro de ese lugar ya están perdidos para poder pensar. Desde esos momentos, intenté ponerme en su lugar y tratar de divertirme. Fuí grata y sorpresivamente sorprendido.

La obra en su conjunto está dedicada a la crítica, a la burla (llegando a niveles insospechados), a la estridencia sin límites en contra de la clase política. Comenzó con un mini-sketch protagonizado por los personajes del peje (no recuerdo el nombre del imitador, pero es el que siempre imita a AMLO) y de Clara Brugada (esta si, no tan conocida), frente a una camilla, en los momentos en los que están creando al “Frankenstein” que será Juanito.

A los medios se les olvidó que Clara Brugada perdió las elecciones a partir de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) debido a múltiples irregularidades, especialmente de aritmética, que terminaron por invalidar menos del 20% de las casillas en las elecciones para delegado en Iztapalapa. Con ese porcentaje que se invalidó, Clara Brugada perdió los más de 5,000 votos con los que superaba a Oliva Fragoso en las elecciones internas del PRD. Hay que recordar, también, que dicha elección se dió enmedio de escandalosas irregularidades que terminaron con los sueños de la “corriente nueva izquierda” (los seguidores de AMLO) para presidir al PRD y le dieron el triufo a “los chuchos” (la corriente renovadora inclinada a restar importancia al peje dentro del PRD). El proceso en si mismo ha sido todo un ejemplo de trampas, triquiñuelas, chanchuyos, cochupos y todo lo que pudiera servir para perpetuar al peje como un líder político en el PRD. De hecho, a la fecha, y debido a que AMLO ha apoyado a candidatos externos al PRD, violando los estatutos del instituto político, se hace merecedor a la expulsión automática del mismo, y está pendiente una resolución en este sentido. El mismo Juanito ha sido apoyado por AMLO (y postulado por el PT), mostrando una y otra vez la reincidencia de este personaje en dicho “problema” legal que le invalidaría como militante del PRD de forma automática, pero que no se ha dado porque el PRD es ya un ejemplo de barbarie legal.

Volviendo al tema, y luego de un malogrado mini-sketch, aparece Juanito diciendo “qué? ya empezó la obra?” cuando los imitadores del peje y de Clara Brugada terminaban su “creación” y no lo encontraban en la “mesa de operaciones”. De ahí seguía un corte a una coreografía típica de los tiempos de Televisa en los 80s (las coreografías fueron dirigidas por Roberto Mitzuko).

Luego, una introducción “voz en off” anunciaba una imitación de “Palillo” (interpretada por Benito Castro). Esta fué una excelente interpretación en la que abundaron los chistes de buen gusto en los que no paramos de reir. Benito tiene muchas tablas, y el sketch estaba muy bien armado. Los chistes políticos tienen que ser muy buenos en estos tiempos, en los que la diyuntiva sobre “reir o llorar” se antoja trágica, y la verdad, salió muy bien librado.

Le siguió un mago con el típico acto de espadas en una caja en la que desaparecía una edecán. Con otro acto típico (el de la desaparición con una tela y coreografía) nos cambiaron a la edecán por el Caballo Rojas, ahora vestido de diablo. El Caballo es simplemente genial. Una voz de ultratumba (muy natural) contrastaba con el momento y el lugar para lograr un efecto de verdad cómico y memorable. Su sketch criticaba a los mexicanos, de frente, en su cara, por vivir en un infierno y no mover un dedo al respecto. Más directo es imposible.

Lo que seguía era realmente inusual. Fué como volver al pasado. Ahora el ballet bailaba al son de la música de Silvestre Revueltas, ataviado con ropajes “pre-hispánicos” al más puro estilo de los cuadros que nos tocaron ver en Siempre en Domingo. Se suponía que era una farsa, pero al principio, los recuerdos y lo “arraigado” en la memoria, como mexicanos que somos, nos recordaba lo casi “sagrado” que era el concepto de “mexicanidad” ligada a esa música, a esos vestuarios (por supuesto, de Cachirulo) en los tiempos de López Portillo. Para no dejar, el Caballo Rojas (quien dirigió la puesta en escena) dejó que la música siguiera hasta el fin (abusando al mismo tiempo de la paciencia y de la tortura hacia nosotros). Pero coronó con gloria: del pináculo del excenario, apareció Juanito ataviado a la misma usanza pre-hispánica. No como tlatoani, no como emperador, sino como vasallo. Además, haciendo acopio de un profesionalismo inexistente, Juanito se atrevió a salir únicamente con pectoral y taparrabo. He de mencionar que cada vez que aparecía Juanito se excalamaban vítores y gritos de apoyo, contrastando con lo que los “periodistas de la fuente” narraron que sucedió en la 1a. función. Apareció un “entrevistador” con Juanito (parte de la obra) y cayó el telón detrás de ellos.

De pronto, y desde el pasillo central, se escuchó la voz del Caballo Rojas, ahora vestido como “pachuco” y en personaje de “borracho”, interpelando al entrevistador y a parte del público, y fué invitado a “ayudar” en la entrevista. No fué sino hasta este punto que escuchamos por 1a. vez a Juanito. Al principio (y dado que acababan de acontecer los hechos por los cuales renunciaba por 2da. vez, por la mañana, a la jefatura delegacional de Iztapalapa) a todos nos dió la impresión de que Juanito estaba borracho (de verdad), pero luego fué claro que era su forma de hablar (quedito, frases cortas, terminando en susurro, aumentado todo por su falta de pericia manejando un micrófono). Nunca le faltó su sonrisa, su cooperación, su “bonomía”, a pesar de que los cuestionamientos del Caballo Rojas iban subiendo de tono (llegando incluso a bajarle la cabeza). Le fué preguntado que haría, de postularse a la presidencia, para generar empleos o para mejorar nuestra jodida economía, a lo que respondió “tengo una paletería”. Las burlas, las risas del público dejaban ver que no entendían lo que quería decirnos el Caballo Rojas: Juanito fué únicamente un instrumento, no el actor principal (a pesar de las “re-tomas” de la jefatura delegacional).

La mejor analogía que puedo encontrar es la de aquellas retrasadas mentales que usó Al’ Qaeda para cnvertirlas en bombas humanas y hacerse estallar en mercados de Irak. Juanito no es un personaje, es un ser humano normal, sin pretenciones mayores que las que le han metido en la cabeza los siniestros vasallos del poder, encabezados por el peje. Juanito no llegará al nivel de aquellos boxeadores de barrio, buenos en lo que hacían pero víctimas de los líderes del dinero del boxeo mundial, que acabaron dando clases como José Angel “Mantequilla” Nápoles en un obscuro barrio de Ciudad Juárez, abandonados a su suerte, sin más capital que el que les da para comer al día. Luego de verlo y escucharlo, no creo que Juanito sea bueno ni vendiendo paletas en su propia paletería en Iztapalapa. No se que tan polular haya sido Juanito en Iztapalapa antes de que llegaran AMLO y Clara Brugada para llevárselo, alzándole los brazos, para que contendiera en unas elecciones a favor de ellos. Lo que es claro es el daño contra las instituciones por un lado y contra una persona como Juanito. Un caso digno de contarse en la historia que aún no ha terminado de narrarse.

Luego del episodio donde Juanito es rebajado, ultrajado y casi obligado a salir encuerado, siguieron otros sketchs, coreografías, 2 cantantes, 1 grupo norteño, un comediante, otro sketch de Benito Castro y un sketch donde se mostraba a Xóchitl Gálvez, a Elba Esther Gordillo (personificada por el Caballo Rojas, le salía muy “natural”) y a Beatriz Paredes en una especie de “debate” por la presidencia en el 2012, pero no era muy bueno y me tuve que ir por el auto antes de que cerraran el estacionamiento, cerrando la “revista”.

“Ay Juanito no te rajes!” no pasará a la historia de la cultura en México ni mucho menos. Me divertí mucho y además conocí, de pasada y en persona, lo que está pasando en mi país, que es un terrible augurio de lo que seguirá pasando mientras el peje/AMLO siga jugando un papel en la política. Sobre del peje, y los que lo siguen, lo que le llegue a pasar a Juanito, que me cayó muy bien y por quien no puedo dejar de sentir lástima…

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