¿Navidad? ¿Porqué? ¿Para qué?

Cuando uno tiene la certeza de que va a morir, no ahora, no mañana, quizás no en años, pero ciertamente en algun momento, no se puede malgastar el poco tiempo que goza de la vida sin saber porqué y para que se hacen las cosas. Y hoy, en plena navidad, es imperioso para cualquiera que se digne de saber lo que es estar vivo y tener cerebro hacerse las preguntas necesarias para saber que hacer y porqué hacerlo.

Primero que nada aclaro: no creo en absolutamente nada. Nada de nada. Punto. Me ahorro el siquiera debatir esto. Me excuso de hablar del tema con quien no tenga claro lo que es ser escéptico. Continúo.

¿Qué es la navidad?

La navidad, época y fecha eminentemente cristiana y acotada en su amplitud al día 25 de diciembre, se remite a conmemorar el nacimiento de la figura más importante de la religión cristiana: Jesús, hijo de María, concebido por un ángel y criado por María y José hasta que tuvo edad para apenas dejando los pañales y siendo todavía un niño, cuestionar a los rabinos (pues nació, vivió como judío y murió a manos de judíos, por supuesto). El conjunto de 72 libros escritos en pergaminos y encontrados la mayoría en cuevas en la siempre sangrienta región del medio oriente y luego conocidos en la compilación intitulada “La Biblia”, nos relata la historia de un dios todo poderoso, creador, destructor, vengativo, apostador, mala onda pues, en la primera parte (el “Viejo Testamento”) que se redime a si mismo (en la segunda parte o “Nuevo Testamento”) reconociendo como la más preciosa de sus creaciones a la especie humana sacrificando a su único hijo (Jesús) para que al derramar su sangre se cierre una “Nueva Alianza” con los hombres que promete la vida eterna en su contemplación a quien persiga los sencillos (pero terriblemente difíciles) preceptos de “amar a dios sobre todas las cosas y al prójimo como a si mismo”. Dicho lo cual, la navidad conmemora el evento del nacimiento del hijo del dios del que habla La Biblia entre los hombres, símbolo de una nueva alianza entre este dios y los hombres, que al morir les dió a estos últimos la oportunidad de nunca morir (físicamente si, pero espiritualmente no) si seguían al pié de la letra los preceptos de “amar a dios sobre todas las cosas y al prójimo como a si mismo”. Esto es (o debería de ser) la navidad para los cristianos.

Obviamente, la navidad deja de lado a todos los que no crean en el dios del que habla La Biblia (cuando incluye al viejo y al nuevo testamento). Pero es imposible negar que la navidad ha permeado en todas las que hoy llamamos culturas occidentales. El hecho de que hablemos del año 2004 así lo prueba. Así que estamos inmersos en la época. Creamos o no en el dios de La Biblia y queramos o no participar de la época.

Estando en una cultura occidental (osea: cristiana) con lo anteriormente expuesto bastaría para definir la época, la fecha, su propósito y el que tanto nos identificaríamos con todo esto quienes no tengamos ninguna creencia. Pero aquí las cosas comienzan a complicarse. Y se pone de verdad muy difícil.

Volvamos a la definición purista que acabamos de hacer, tomémosla y tratemos de responder a las 2 preguntas que nos hicimos desde el principio (¿porqué? y ¿para qué?).

¿Porqué? (de acuerdo a la definición purista)

Para poder siquiera participar de alguna forma en las “festividades”, tendríamos que hacer precisiones. La navidad para mi, un escéptico, no tendría ningún sentido si la acotamos únicamente a una fecha (pues no comparto la razón de la celebración, al no creer en nada eso excluye completamente dioses, hijos de dioses, ángeles, rabinos y pactos sangrientos entre dioses y hombres, y menos una “vida eterna espiritual”). La única forma de que adquiriera algún sentido sería hablar de una época, la época navideña, oficialmente concebida desde el 12 de diciembre (de acuerdo a la localización geográfica, pues en México se venera más a la madre del hijo de dios que al hijo de dios mismo, por no hablar de su padre) y hasta el 6 de enero (también por geografía, pues el 6 de enero se culmina con la presentación de regalos por parte de tres reyes a Jesús recién nacido, otra historia dentro de las historias de La Biblia). ¿Porqué una época? Porque por consenso y enmedio de las celebraciones navideñas se promueve (al menos en deseo) todo aquello que supuestamente hizo Jesús tanto vivo como muerto en su paso por el mundo de los hombres: la paz (entre dios y los hombres, la alianza), el amor (por todos lados y de todos tipos) y sobre todo, la fraternidad o camaradería entre prójimos. Excluyo todo aquello que pudiese entrar dentro de lo metafísico (como el amor a dios sobre todas las cosas) y voilá, queda listo el porqué.

¿Para qué? (de acuerdo a la definición purista)

Interesante pregunta. Todos los que aspiramos a vivir en sociedad podemos convenir (pero no de manera necesariamente excluyente) en la mayoría de las enseñanzas de Jesús (repito, como supuestamente ocurrió y como lo relata La Biblia, excluyendo todo lo metafísico). De esta manera, al usar como caja de resonancia el que por consenso la mayoría intente promover esas enseñansas, se antoja como una oportunidad de amplificar los muchos llamados al respeto de los Derechos Humanos, tan necesitados en estos días dentro y fuera de nuestras fronteras políticas. Pero también el para qué debe incluir a las tradicionales reuniones con los amigos y familiares que acompañan a la época. Mi propósito es el reunirme para en primer lugar difundir este mensaje, y también aprovechar para ponerme al día con las personas a quienes quiero y amo y que solo veo en estos días. Es importante aclarar esto último, ya que hace la diferencia entre los que hacen las cosas sin ningún propósito, únicamente por tradición, y los que si tenemos siempre un para qué. Finalmente he de decir que aplicaría el porqué y el para qué solo si es necesario. Personalmente, fuera de buscar el si puedo usar la época para crear conciencia sobre los Derechos Humanos, no quiero tener nada que ver con la navidad.

Ahora pasemos a lo que ocurre actualmente. Lo anterior (y de ahí la aclaración de definición purista) se apega al caso ideal, pero es difícil reproducir las condiciones de laboratorio afuera de el, ¿verdad?.

Hoy, la navidad, créaselo o no, es “algo que se puede robar“. Si señor, o viene el grinch y deseaparece con “la navidad” o cualquier otro ser deleznable hace “cosas horribles” con el “espíritu de la navidad”. Claro que todas estas definiciones apelan a la infinita ignorancia de las masas, y buscan (consiguiendo casi siempre lo contrario) explicar con peritas y manzanas los “elevados conceptos” que involucra “la navidad”. Desilusionado, no he encontrado ninguna “definición” en estos intentos de esquemas con los cuales debatir, por lo que apelo a lo que dice Paul Graham en su excelente ensayo “Lo que no puedes decir”. Graham nos lleva a través de la historia para demostrarnos que lo que no podemos decir en una época determinada reúne los tabúes de esos tiempos, y nos propone el ejercicio de buscar lo que ahora no podemos decir para averiguar aquello a lo que más miedo le tenemos, osea, nuestros tabúes. Extraigo aquí un pequeño segmento que se refiere al mito de “Santa Claus” (Santa Clós en la navidá):

 

Las cabezas de los niños son repositorios de todos nuestros tabúes. Nos parece adecuado que las ideas de los niños deben ser limpias y brillantes. La imagen que les damos del mundo no es meramente simplificada, para adecuarse a sus mentes en desarrollo, sino sanitizada también, para adecuarse a nuestra idea de lo que deben pensar los niños.

Puedes ver esto en una pequeña escala en el asunto de las malas palabras. Muchos de mis amigos están empezando a tener hijos, y todos están tratando de no usar las palabras “joder” y “mierda” cerca de los bebés, a fin de que no comienzen a usar estas palabras también. Pero estas palabras forman parte del lenguaje, y los adultos las usan todo el tiempo. Así los padres les están dando una idea imprecisa del lenguaje por no usarlas. ¿Porqué hacen esto? Porque ellos piensan que no es adecuado que sus hijos usen todo el lenguaje. Nosotros queremos que los niños se vean inocentes.

Muchos adultos, también, deliberadamente le dan a sus hijos una idea equivocada del mundo. Uno de los ejemplos más obvios es Santa Claus. Nosotros pensamos que es lindo que los niños pequeños crean en Santa Claus. Yo mismo pienso que es lindo que los niños pequeños crean en Santa Claus. Pero uno se pregunta, ¿les decimos estas cosas por su bien, o por el nuestro?

No estoy argumentando a favor o en contra de esta idea aquí. Es probablemente inevitable que los padres quisieran vestir las mentes de sus hijos usando lindos trajecitos para bebés. Probablemente yo lo haré. Lo que es importante para nuestros propósitos es que, como resultado, el cerebro de un adolecente promedio es una colección más o menos completa de nuestros tabúes — y en estado prístino, porque no están contaminados con la experiencia. Cualquier cosa que pensemos y que más tarde se nos haga ridículo, es probable que esté dentro de esa cabeza.

 

Esto parece explicar mucho de lo que estamos viendo con relación a la idea (si es que todavía se le puede llamar “idea”, pues ya ha perdido toda cohesión y parece haber más bien muchas “medias ideas”) de “la navidad”. No hay nada más alejado de la definición con la que comenzamos este artículo que todo aquello que nos rodea en relación a “la navidad”. Casi es imposible pensar en que un padre cristiano le explique a sus hijos que significa la navidad en términos de su religión, debido a que la concepción, vida, obra y muerte de Jesús está llena de tabúes, luego entonces la sarta de idioteces para

darle la vuelta

a la idea y presentarla completamente distorsionada y estúpida. Parece no haber otro propósito en todo esto de “la navidad” que escuchar historias cada vez más disparatadas para justificar el

dorarle la píldora

a los niños y literalmente

venderles la idea

de que “la navidad” es acerca de regalos, regalitos, regalotes, o, para

nosotros los pobres

, intenciones,

buenas

intenciones. Pero nada más.

Lejos quedó la celebración, el júbilo que representaría para una mente creyente el saber que puede vivir para siempre, que hay un dios todo poderoso que lo quiere tanto, pero tanto tanto, que mandó a morir a su único hijo con el fin de hacer la paz y darle un boleto para estar con él de tiempo completo, en la más absoluta de las felicidades, solo con reconocerlo a él y respetando a sus semejantes tanto como él ha mostrado que los respeta y ama.

De ahí que concluyo que todo aquél que sea aunque sea un poco congruente y ya por creencia o por convicción pueda compartir conmigo el concepto, en los términos que expongo, de la navidad (el porqué y el para qué de acuerdo a la definición purista), bienvenido. Aquél que no pueda ser congruente y se insulte a si mismo malgastando su tiempo sin saber porqué ni para qué con su nomás, nomáaas, simplemente que se vaya a la chingada, que ahí lo esperan con una muy rica cenita para ponerse hasta la madre

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