Nuevamente, con las mismas tácticas de antaño (acarreados, presión multitudinaria, etc.), observamos como un gobierno oprime a las minorías. Nuestro país no fué fundado sobre bases sólidas que protegieran la libertad, la justicia y la protección del individuo, y en el caso de la posible construcción de la famosa Concha Acústica en la Plaza de la Conchita, en Coyoacán, todo el peso del gobieron contra quien viva cerca, lo que interesa es la ganancia política.
Para quienes no conocen el barrio de Coyoacán, en el Distrito Federal, les suena ajeno el inmenso problema, que aún podría ser detenido, en las calles de la demarcación. Los odiados franeleros enarbolan trapos y consignas trasnochadas que no comprenden, adueñándose y convirtiendo en propiedad privada lo que no es, exigiendo una limosna (que no es, porque cobran 10, 15 o hasta 30 pesos) no por el derecho a estacionarse en su calle, no por cuidar nuestros autos, sino por no dañarlos. El padrino habría asesinado a estos extorsionadores semi-profesionales sin ninguna misericordia, pero las autoridades no solo no hacen nada para corregir la situación, sino que hasta expiden permisos para realizar este trabajo. ¡Es increíble!
Ahora, en la misma zona, en una plaza pública que se antoja muy tranquila (hasta el día de hoy, con excepción de los domingos), el gobierno propone construir una Concha Acústica, y como auténticos retrasados mentales evaden el tema de los ambulantes, franeleros y basura que eso acarrea para el área. Lo más absurdo del caso es que los vecinos afectados se oponen (y aunque fuese UNO SOLO, en un país justo, sería suficiente), y el gobierno comenzó una serie de tácticas antes descritas para en lugar de hacer su trabajo, hacer que se confronten ciudadanos contra ellos mismos…