Muchos dicen que Vicente Fox es un hombre bueno, bien intencionado, buena onda, que lo que le falla es su gabinete, la gente que lo asesora. Lo que es cierto, es que es incongruente, y, por tanto, mentiroso.
Un presidente no tiene permitido decir mentiras. Un presidente, desde que recibe la banda presidencial, el día de su envestidura como Presidente de México, protesta solemnemente “respetar y hacer respetar la ley”, y de ahí que sea tan difícil llevar el cargo, pues prácticamente cualquier mentira significa atentar contra la ley, y cualquier incrongruencia no hace más que debilitar el Estado de Derecho.
No hace mucho, los acontecimientos de Tláhuac dieron relevancia a lo importante que es respetar la ley, y es aquí que comienzan las discrepancias: a Ebrard había que darle una lección (y, por tanto a López Obrador) por andar diciendo a diestra y siniestra que no respetarían la ley (pero ojo: si lo hicieron, y cuando Ebrard fué destituído por Fox, simplemente dejó el cargo y obedeció). Pero Fox antes ya había dejado pasar un acontecimiento que cimbró la estabilidad jurídica de la nación, incluso puso en tela de juicio la supuesta “gobernabilidad” en el país: San Mateo Atenco, los machetes y el fin del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México. ¿De cuando acá el presidente si puede juzgar que es bueno y que es malo? ¿que no para eso están las leyes? Un juego peligroso, sin duda, el levantar y bajar el pulgar como emperador romano.
Pero no nos íbamos a quedar sin nuestro postre, y es que en el seno mismo del gabinete se ha dado una contradicción más: mientras que se nos muestra una cruzada nacional contra la discriminación (que por forma, opinión, color, orígen, edad y hasta panzas de embarazadas no se distingue), mientras que el discurso favorito de su secretario de gobernación, Santiago Creel, es el de “aquí no callamos a nadie, todos están incluídos y para eso están las instituciones”, mientras que la foto, el discurso, la pose e incluso el lenguaje “chiquillos y chiquillas” presenta una administración totalmente en contra de la discriminación, por otro lado, apagados los reflectores, los flashes, las cámaras y micrófonos, aparece un Vicente Fox siniestro, oscuro, envuelto en su capa y caminando encorvado entre los jardines de Los Pinos…
Vicente Fox ha firmado la exclusión de un ya de por si asolado sector de la población: los enfermos de SIDA. Fox no solo los ha expulsado físicamente del ejército, sino que ya ha dado su aprobación para que ni siquiera ingresen a las fuerzas armadas. Pero eso si (úsese imaginación para imaginarse el tono severo del oscuro señor presidente) “he girado instrucciones, para que ningún enfermo de SIDA se quede sin tratamiento, en todo el país…” ¿será, oh comandante supremo de las fuerzas armadas? ¿a que tratamiento te refieres? ¿de verdad? ¿que te lleva, Vic, a decidir porqué unos enfermos si y otros no? ¿porqué discriminas? ¿porque mientes? ¿porqué te contradices? ¿que te lleva a pensar que de esto saldrás impune?