¿Quién entrena a los conductores de automóbiles?
Miles de horas son necesarias para comprobar que un piloto es capaz de conducir un avión comercial de pasajeros. Vamos, solo para volar solo, es necesario completar un largo y complejo curso de aviación. Hay cursos para manejar camiones de carga y de pasajeros, se expenden certificaciones para estos y otros oficios como el de operar maquinaria usada en la construcción.
Hay más personas que leen el manual de instrucciones de su reproductor de DVD que las que hacen lo propio con su auto. El resultado es que pocos, muy pocos, saben conducir.
La analogía perfecta la puede uno encontrar cualquier día en el supermercado. El sustituto real del automotor es el famoso carrito. Es conducido por hombres y mujeres, por niños, adultos y viejos. Las formas con las que se realiza el acto de hacer las compras al maniobrar por entre los pasillos hacen mímica de lo que ocurre en las calles.
Asómese y vea con atención.
Una señora llamando por su celular, buscando los mejores precios, viendo siempre hacia a los lados, con la mirada perdida, con o sin un infante en el manubrio del porta viandas con ruedas. Se dirije a Usted, no lo ve, pero inexorablemente sabe que escuchará el típico “perdón, no lo ví” cuando los carritos colisionen.
El niño o adolescente a todo lo que dá, saliendo y entrando a los pasillos con los piés arriba del improvisado transporte con inusitada rapidez, que de cuando en cuando tira algo aquí y allá, en su loca carrera por el laberinto de estantes llenos de latas.
El señor que no tiene tiempo que perder, que terminó por error en ese lugar en donde es preciso terminar rápido, que no sabe (o ignora a voluntad) que hay que tomar un tikcet para que lo atiendan en la carnisalchichonería y se mete a la fila con total impunidad.
El viejito que cuando realiza que este no era el pasillo y con brusquedad retrocede sin mirar atrás, que deja el carrito en donde se le pega la gana (total, toda la vida siguió las reglas, pero ya no más) y que mira con recelo la facilidad con la que los jóvenes se agencian los productos que están o hasta arriba o hasta abajo.
Pero todo cambia con tintes de muerte cuando salen del recinto a conducir autos de verdad. Una tonelada en promedio de metal. Más arriba del promedio de velocidad permitido. Con una víctima fatal (en promedio) al día en esta sucia ciudad…