Las abstracciones pudieron estar fuera del día a día del hombre común hasta mediados del siglo pasado. Se podía ignorar por completo la historia de la filosofía y ser un profesional en cualquier campo. Las ramas del conocimiento parecían estar completamente separadas la una de la otra, y el desarrollo del lenguaje iba de la mano con este concepto. La “sociedad global” no existía y los Estados eran completamente distintos los unos de los otros. Es por esto que cuando se hablaba de “mundo” se hablaba de diferentes cosas (de un estilo de vida particular, de una comunidad, de un país, de un continente o del planeta entero).
Es por esto que nunca fué mal visto que frases ingenuas como “el hombre más viejo del mundo” no se hiciese una referencia absoluta, sino más bien relativa al mundo particular al que la usase.
De pronto, y en un periodo relativamente corto de tiempo, y de forma muy distinta a las guerras colonialistas / imperialistas de antes, la Segunda Guerra Mundial tuvo como consecuencia principal el que surgiera un mundo inequívoco, un mundo real absoluto, con una Ley Mundial, con Ejército Mundial, con Organismos Mundiales. La consecuencia secundaria de la Segunda Guerra Mundial fué el acelerado ritmo científico y tecnológico, y al que no se ha invitado a vivir a todos.
Primero, los Jacobinos
En la apariencia, en la vida del hombre común, las necesidades tienen nombre y apellido: la comida, el transporte, el vestido, el trabajo, la remuneración, la educación, la vivienda, etc. Estas son necesidades concretas. Los eruditos en el tema los llaman “satisfactores básicos” (Marx fué un abstractor filosófico profesional). El simple hecho de llamarles en su conjunto “satisfactores” es una poderosa abstracción. Se puede distinguir claramente una Ley rezagada de una avanzada cuando el texto hace alusión directa a las necesidades concretas (en las rezagadas) o a las abstracciones (en las avanzadas).
Los Jacobinos fueron los primeros en deducir que el pueblo tenía necesidades básicas y que estas debían estar garantizadas para lograr la equidad social. El argumento de entonces era el que garantizadas dichas necesidades y lograda una equidad inicial (hoy le llamamos ecualización social) los siguientes pasos de evolución social (que idealmente conducen a la libertad, un concepto súmamente abstracto) iban a darse de forma lógica.
El primer obstáculo de los Jacobinos era el que no era fácil venderle la idea al pueblo que limitadísimo en sus capacidades para pensar siempre está en el terreno de lo concreto. Más aún, si consideramos que el pueblo casi siempre no tiene resueltas sus necesidades concretas básicas. Casi resulta imposible detenerse ante el hombre común y explicarle que es una abstracción, mucho menos el mostrarle el que las complejas interacciones entre las abstracciones que gobiernan su vida y los resultados finales (que, dicho sea de paso, socialmente llevan como regla común más de una generación en cristalizarse). Así, los Jacobinos se debaten entre imposibilidades y posibilidades, inclinándose por estas últimas y frustrando sus ideales rápidamente en “logros” generacionales poco generosos.
Desde un apesadumbrado Hidalgo permitiendo matanza tras matanza de españoles y criollos usando turbas enfurecidas hasta una Policía Federal negociando la entrega de reos en el patíbulo popular, la historia está llena de ejemplos en los que “el gran obstáculo” para la concreción de revoluciones es el propio pueblo (y, de forma individual, el hombre común).
El problema planteado crece cada vez más debido a que los Jacobinos están cada vez más radicalizados, sobre todo porque a pesar de que tienen cada vez más herramientas para llevar a cabo su trabajo (de comunicación y de acopio de información) no son encausados apropiadamente (sobre todo por las limitaciones de lenguaje, propio de una época anterior en la que las comunidades afianzaban su cohesión con este elemento).
Los Jacobinos de hoy no disponen de la mejor herramienta a su disposición: el idioma inglés.
Para dar un ejemplo, pongamos el siguiente caso: algunos creen que los acontecimientos estudiantiles del 68 (y siguientes) son el resultado local de la actuación de políticas y belicismos mexicanos. Pero prácticamente ningún Jacobino conoce los acontecimientos mundiales en la materia. Algunos a los que se les muestran los acontecimientos de la Masacre de la Univesisidad de Kent State tienen la capacidad de re-plantearse sus planteamientos originales, pero la mayoría no. Increíblemente, los mexicanos muertos en el 68 no estaban protestando algo siquiera similar a los estudiantes asesinados en la Universidad de Kent State, pero los Jacobinos de hoy (neo-neo-Jacobinos) brillan por su ignorancia.
Otro ejemplo es la descomposición del ánimo general en “climas de violencia”. Mientras el hombre común percibe en apariencia (y sufre) el cambio negativo, es incapaz de proyectarlo a escalas mayores que la de su comunidad geográfica (porque no dispone de los medios económicos para presenciarlos en otros lugares y porque al ser mono-lingüe no puede leer, con objetividad, que esto ocurre en otras latitudes). Así, el tema en Bagdad es el cambio negativo en los barrios de la ciudad entre los vecinos, otrora participativos y amables, pero de esto es imposible enterarse en México (y luego, convertirlo en una abstracción). Luego entonces, el Jacobino actual piensa que el problema del “clima de inseguridad” es achacable ad-hominem a las autoridades mexicanas.
La consecuencias lógica de la falta de abstracción es la explotación sistémica, que conduce a la discrecionalidad.
La explotación sistémica no es endémica, es mundial. Su comprensión afortunadamente a últimas fechas requiere de menos abstracción, pero desgraciadamente esto se debe a que se ha vuelto más cínica. Explicada de la forma más simple: mientras al ciudadano común se le atiende en ventanilla, al poderoso se le atiende en la oficina del jefe. Esto se cumple en todos los órdenes de gobierno y en la forma en la que están estructuradas las leyes: No existe una diferencia legal entre persona física y persona moral. Si una persona física desea hacer un trámite es relegada a la atención de más bajo nivel, por lo que debe de agruparse (o sumarse a un grupo político) para obtener una atención de mayor nivel. Esta es una consecuencia lógica de la forma de organización social que precedió a la era de la información (en la que los recursos de atención eran mucho más ineficientes y limitados), pero estos nuevos métodos de solicitud – atención aún no han sido implementados con éxito en ninguna escala. A una persona moral (privada o pública) se le atiende de inmediato en el nivel más alto (porque se asume que representa los intereses de varias personas físicas, aquí no se actúa con dolo per se). Al pasar el tiempo, esta metodología ha ido logrando que los intereses de las personas morales no sólo se atiendan mejor, sino que hayan desplazado a los intereses de las personas físicas en el formulario mismo de las leyes (y las instituciones que de ellas emanan). Para que esta tendencia sea revertida, obviamente no se debe reforzar a las leyes actuales y a sus instituciones (porque esto lejos de mejorar las condiciones las empeora), sino comenzar por reformular las leyes con un enfoque de atención a las personas físicas y hacer una diferencia legal con las personas morales, de forma que ninguna se quede relegada, y luego, y solo despúes reforzar a las nuevas leyes y a sus instituciones.
La discrecionalidad es un factor fácilmente medible, y consiste en que una ley (o sistema de leyes y su procuración) es tan mala como depende de la discreción de la autoridad que debe ejecutarla. La tarea ya se inició en la administración presidencial de Vicente Fox con la propuesta de reformas al sistema de seguridad pública y justicia penal (en 2004, se puede descargar en PDF de Reforma al sistema). Pero el pueblo mexicano, es tan simple que se detiene en agumentos ad hominem y ni siquiera ha leído el resumen, mucho menos comprendido la iniciativa en su conjunto. Algunos “profesionales” de las leyes incluso han llegado al insulto de sugerir que es algo inalcanzable, pues requeriría que todos los abogados del país fueran de nuevo a la universidad…
No hay periodismo en México
“The smarter the journalists are, the better off society is. For to a degree, people read the press to inform themselves-and the better the teacher, the better the student body.” –Warren Buffett
Oh si, la frase anterior requiere traducción:
“Entre más listos son los periodistas, mejor está la sociedad. Porque hasta cierto punto, el pueblo lee la prensa para informarse – y mientras mejor sea el maestro, mejores son los alumnos.” –Warren Buffett
Warren Buffet no pudo haberlo dicho mejor. Y en México no podía ser más relevante. El negocio de las noticias no es periodismo. No se ha avanzado un ápice en corregir esta situación.
Los “periodistas” mexicanos no tienen formación profesional, no tienen códigos de ética aparejados con sistemas se sanciones, el periodismo de fondo, cuando se ha dado, ha sido casigado con el despido (y a veces con la muerte, ya sea física o en su modalidad de negación de derecho de ejercer en ningún medio). Pero también es esperar mucho de la “profesión” en México, ya que cuentan con muy poco tiempo de “libertad” (esta apenas empezó en el sexenio de Vicente Fox, y ambos, presidente y “periodistas”, malgastaron el tiempo en criticar formas de hablar de ambos).
Es una tarea titánica abstraer de la mediocre producción “peridística” mexicana aunque sea los hechos y los actores (que por regla general se omiten). En México abunda el “periodismo de opinión” (en todas sus modalidades: por escrito, en las reiterativas y burlonas caricaturas bien llamadas como “moneros”, en video, en radio). La objetividad y la veracidad no venden.
Si bien es cierto que el periodismo es un negocio más, este no ha mejorado su calidad por uno de los más obvios motivos: los monopolios. El “periodismo” mexicano tiene apellidos (Azcárraga, Salinas Pliego, Aguirre y Vázquez Raña). Por más sinceros que sean los esfuerzos que hagan, son dueños de los medios tradicionales de comunicación y entre si no son competencia. El resultado (lógico) lo padece la población, que escucha siempre el “periodismo” en la opinión de estas personas.
Las maquilas
Todo Estado que no produce, de forma nativa, mediante la generación nacional directa, microprocesadores, software, energía nuclear y tecnología espacial, está maquilando para otro Estado. Al maquilar para otros, un Estado sin producción nativa tiene necesariamente que acatar leyes e instituciones que son diseñadas para atender los intereses de otro Estado. hoc est simplicissimus.
En las universidades de los Estados-maquila, se engaña al estudiantado al decirle que están produciendo científicos y técnicos nacionales cuando en realidad son sólo trabajadores calificados [certificados] para operar con base en el conocimiento extranjero y para extranjeros. Para colmo, el minúsculo porcentaje de estudiantes que si tiene el potencial de generar conocimiento nativo y original recibe una generosa porción de los impuestos recolectados de entre todos los mexicanos para largarse al extranjero, adquirir la nacionalidad extranjera y pagar impuestos en el extranjero (sin dejar de lado que los derechos intelecuales que genera ese nuevo conocimiento, son también extranjeros).
Dicho de otra forma: a Juanito no se le da lo duro de trabajar su milpita, así que como es más fácil trabajar la milpa de otro Estado, lo mandamos viaje pagado (las mayorías incluso se sienten orgullosas de esto) y hacemos de esto una política de nuestro Estado. Cambiamos “milpita” por “maestría” o “doctorado” o incluso “post-doctorado” y tenemos la imagen completa.
Esta metodología, practicada ad-infinitum, ad-nauseam, nos ha convertido (y cada vez más) en simples maquiladores, con metodologías-certificaciones extranjeras, con leyes extranjeras extra-territoriales y con jurisdicciones de otras Supremas Cortes de Justicia (por no hablar de ejércitos) en nuestros territorios.
La relación metafísica – Estado
Los cohetes de las fiestas patronales. Pocos son los rincones del territorio nacional en el que no se escuchan. Son la señal de que la influencia de la metafísica está presente, demasiado presente en México.
Los neo-neo-Jacobinos no escuchan (o pretenden no escuchar) los cohetes que anuncian la presencia de las huestes de mexicanos adoctrinados, ordenados y organizados en el extranjero. Ellos legitiman gobiernos, “opinan” sobre lo que “está bien” y lo que “está mal” y obtienen del Estado el estatus de “organización religiosa”. Los neo-neo-Jacobinos prefieren soslayar el papel de aquellos hombres (porque no admiten que lo hagan mujeres) que organizan asambleas en calles y barrios (porque lo llegan a hacer fuera de sus “templos”) y están dejando crecer de nuevo la nefasta (e ilegal) influencia de estos poderosos grupos en la sociedad mexicana.
La misma historia del país está pringada de ejemplos de su influencia (con o sin estandarte de alguna figura religiosa prominente) primero debido a que antes de La Reforma era el único lugar en el que se podía aspirar a la educación “superior”, y luego porque la misma falta de abstracciones en nuestras leyes no ha sabido concretar la verdadera separación entre la metafísica y el Estado.
Hoy, más abiertos a los procesos mundiales, los nuevos (y más modernos) “templos” no vienen de la mal llamada “iglesia” (se debe decir “iglesia católica”, para distinguirla apropiadamente de otras organizaciones metafísicas), sino de otras organizaciones metafísicas, mejor preparadas económica, legal y doctrinariamente.
La negación de acceso a la educación, en particular al método científico, la teoría de la evolución y la teoría matemática de probabilidades y estadística hacen presa fácil de las mayorías, que todo lo ven como resultado de “fuerzas fuera de su comprensión y alcance” (a las que infructuosamente se encomiendan y rinden tributo) y que nada lo ven como resultado de sus propias elecciones y decisiones (ver más arriba sobre la explotación sistémica), convirtiéndose en víctimas y promotoras de un cículo vicioso al que se deben cerrar ambas puertas (una contra-reforma legal en primer lugar, propuesta para “enmendar” a La Reforma, y mantener cerrada la metafísica, en segundo lugar).
México alcohólico
El alcoholismo se ha perfilado como una siniestra y mortal plaga que asola continuamente a la población en general incluso desde periodos pre-colombinos. Dado que es una enfermedad debemos luchar por erradicar sus niveles de hecatombe ya no como algo que se antoja ajeno e imposible, sino como se hacía en la antigüedad cuando se presentaba la peste: con nuestros colegas, vecinos, amigos y familiares. Y si esta enfermedad se sufre de manera personal, hay que buscar ayuda lo antes posible. El alcoholismo es el cáncer que más daño le está haciendo a México.
En fecha reciente (y por mandato extranjero) se ha comparado (e incluso minimizado) al alcoholismo con la narco-dependencia. La dependencia de diferentes y muy variados narcóticos (en especial la marihuana, que sólo genera dependencia psicológica) debe ser estudiada caso-por-caso y no simplificada como en la actualidad.
La discriminación (y el racismo)
En México se discrimina enormemente. Los estereotipos son fuertes y están más vivos que nunca. Pero toda la lucha contra la discriminación se ha puesto en peligro por la moda de la discriminación positiva o acción afirmativa, que aspira, cuando mucho, a ser un ecualizador social temporal.
En México se discrimina sobre todo a las mujeres, que son aproximadamente la mitad de la población. Sobre este punto se están haciendo no pocos esfuerzos, pero por desgracia muchos caen en la ya mencionada discriminación positiva o acción afirmativa.
De lo que nunca se habla es de la discriminación racial o racismo. En México aún no ha aparecido un Martin Luther King con un sueño porque el Sr. King creía que el sueño se podía realizar. En México los millones que podrían aspirar a ser nuestro Martin Luther King creen que el sueño se puede arrebatar. Esto no va a cambiar mientras no se acabe con la explotación sistémica, que vuelve casi imposible al ciudadano común a aspirar ya no se diga a tener sus satisfactores básicos resueltos, menos aún a los satisfactores creados o el consumo recreativo.
En México se le llama peyorativamente a grandes núcleos de la población con adjetivos meramente racistas como “naco” o “indio”, y se les niega el acceso a oportunidades de trabajo, a ascensos, a universidades, a establecimientos, a clubes… se les niega el acceso a lo mismo que a los mismos ciudadanos que en Estados Unidos de América, cuando no eran ciudadanos simplemente por su color de piel, su aspecto o sus costumbres.
El problema que miopemente no alcanzan a ver los que discriminan es complejo, ya que primero exije que comprendan el fenómeno de la explotación sistémica, para que, una vez que vean que al mismo tiempo que se les cierran las puertas a los discriminados, se les hace ver que no tienen una salida a su condición, con lo que únicamente se genera violencia en contra del grupo discriminante.
No es de sorprenderse el que, una vez atacados los unos por los otros, se enfrasquen en una batalla de recriminaciones (violentas o no) que parece no tener fin. Sin embargo, la tarea es de ambos grupos: de los que discriminan por abrir el sistema para que se abran oportunidades equitativas a todos y de los discriminados, que se deben asumir con su aspecto y costumbres como iguales a los primeros y que así mismo promuevan sus derechos civiles por igual por las nuevas vías institucionales que es necesario abrir y no de forma violenta.
La revuelta civil (que no es lo mismo que Revolución)
Con el pretexto del Bicentenario y la exposición de la historia mexicana casi todos han expuesto que en realidad hay muy poco de lo cual nos podemos sentir orgullosos, y esto es verdad. Si algo contiene nuestra historia son historias de caudillos que a punta de armas podían hacer lo que querían con quienes querían a la hora que querían.
Esta es una sociedad en la que sobran los pretextos para sumarse a los grupos armados que están generando violencia. Algunos miopes le llaman narco-violencia (porque obtienen sus recursos de las jugosas ganancias que provee en primer lugar el mercado negro de algunas substancias prohibidas sin argumentos científicos, como la marihuana, y en segundo lugar de la narco-dependencia), pero en los tiempos de la revolución mexicana anterior no le llamaban tren-violencia o hacienda-violencia.
Unos y otros “grupos violentos” se recriminan entre si, luchan entre si y cometen exactamente los mismos crímenes que en el pasado. Si el que lee todavía tiene la fortuna de tener con vida a familiares que vivieron esa primera revolución, puede preguntarle acerca de los “colgados” en los caminos y carreteras, de las “cabezas” en plazas públicas. Incluso uno de los “presidentes” de entonces (el dictador Porfirio Díaz) tenía su grupo de represión (“Los Rurales”) y una de sus técnicas favoritas era la de semi-enterrar a los contrarios para luego hacerles pasar a tropel los cascos de varios caballos por encima. Unos se dicen más “justos” que otros. Unos se dicen más “serios” que otros. El caso es que los violentos de hoy son bisnietos de los violentos de ayer y hacen lo mismo que sus familiares.
Ahora, si juzgamos que lo que estaban haciendo los “caudillos” en la primera revolución mexicana era exactamente lo mismo que los “violentos” en la actualidad, veremos que los “logros” de la primera revolución no los escribieron ni concretaron los caudillos mismos (que, dicho sea de paso, distaban mucho de ser abstracciones y se limitaban a apuntar con un dedo y decir “quiero eso”, “quiero tierra”, “quiero libertad”). Hoy vivimos exactamente la misma revuelta, con un Zapata matando hacendados a diestra y siniestra, con un Villa “casándose” con cuanta mujer se le antojaba. Con un “capo” dándole de comer a su pueblo, abriendo negocios para las viudas, armando a sus “soldados-sicarios”, “protegiendo” a sus huestes. Exactamente lo mismo.
La [verdadera] Revolución Mexicana
México debe decidirse de una buena vez y para siempre a ser capitalista. México debe abandonar por fin el yugo de la dualidad socialista-comunista de un pasado que nunca existió y abrazar el hecho de que debe perfilarse (en sus leyes e instituciones) hacia un futuro de equidad, de oportunidades y porqué no, de creación, producción y consumo de competencia. Bien podemos, como lo han hecho ya muchos otros, darle un enfoque más socialista o menos socialista a nuestro capitalismo, de acuerdo a nuestras necesidades actuales y como se vayan presentando, pero ya no podemos darnos el lujo de no definirnos. El daño más grande al no definirnos lo estamos haciendo al engañar a aquellos más necesitados diciéndoles que no deben trabajar o luchar por nada y que a todo tienen derecho: este sistema ya nos llevó a la quiebra como país no una, sino varias veces en manos del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Esto implica enterrar ara siempre el revoltoso pasado anti-positivista que tanto nos ha atrasado como nación.
México debe re-fundar el papel de los medios de comunicación tradicionales (mientras se hace la transición a los nuevos medios de comunicación), y, en especial, debe crear una comunidad periodística fuerte, de vocación y no solo como negocio. Los pasos deben iniciar por la auto-publicación del gremio de los códigos de ética correspondientes (con sus respectivas auto-sanciones, transparentes y legales) y el divorcio necesario de los sindicatos que no han dejado avanzar ni a los negocios ni a la profesión del periodismo.
México debe reformar su Constitución, y con ella, todas sus leyes e instituciones. Comenzando por lo más apremiante, la Reforma al Sistema de Seguridad Pública y Justicia Penal (ver más arriba las ligas para obtener la iniciativa más completa al respecto), el ciudadano mexicano debe dar por sentado que cuenta con un sistema que lo proteje y que castiga a quienes infringen la Ley. Las demás reformas (más de 2,000 iniciativas, que piden a gritos que se re-escriban nuestras leyes en lugar de intentar enmendarlas) están pendientes en el Congreso.
México debe terminar con el círculo vicioso de la explotación sistémica y promover una nueva equidad legal que permita a cualquier ciudadano a llegar hasta donde quiera (ver El Engaño del Empleo).
México debe reiterarse como un Estado Laico, pues nunca como hoy ha estado tan amenazado.
México y sus líderes deben asumir la grave responsabilidad de mantener dentro del país a sus más brillantes exponentes en todas las ramas del conocimiento y de las artes. Y hablo no solo de los líderes institucionales, sino de los líderes económicos y empresariales. Dejemos de ser una gran maquina calificada.
México debe terminar con la discriminación y el racismo, y asumir lo difícil que será la re-integración de una sociedad diversa (que nunca automáticamente funcionará sin muchísimo trabajo y un enorme costo social, es una falacia pensar que la integración de los explotados y discriminados se dará sin cotratiempos, pero se debe de dar).
México debe, después de iniciados los enormes esfuerzos anteriores, mitigar las adicciones, especialmente el alcoholismo, para no seguir perdiéndose a si mismo.
Por sobre todo, los mexicanos deben de asumir la responsabilidad que les toca, olvidarse del tlatoani que todo lo provee (muchas veces este “efecto tlatoani” es simple producto de la ignorancia ancestral) y señalar ellos mismos a los que hacen mal y dejar la práctica envidiosa y ruin de no aplaudir al que le va bien, al que hace bien.
A modo de corolario
Si las cosas no cambian, ¿qué?
Si el Congreso (en primerísimo lugar, ya que de él depende todo lo demás, y no puede usar el pretexto de que no puede o no debe re-escribir la Constitución con tantas leyes pendientes de enmienda por obvia inutilidad), el Ejecutivo y el Poder Judicial no hacen su labor, entonces ¿qué hacemos?
Entonces, el país seguirá sin remedio…
Entonces, unos y otros seguirán haciendo lo mismo…
Entonces, los que pensamos seremos refugiados, aquí mismo o en otro país (porque nuestras vidas corren peligro real)…
Y si somos refugiados en nuestro país, no podremos hacer lo que nos propongamos…
Y si en otro país, que tristeza…
Vaya un abrazo a los refugiados intelectuales que han huído de este México por miedo a perder su vida y la de los suyos.
Vaya un simple apretón de manos a quienes huyeron porque les daban más en otro Estado, con mi sonrisa.