Felipe Calderón, actual presidente de México, usó para su campaña la palabra empleo como un estandarte. Aunque la técnica no es privativa de este país, es un buen ejemplo de lo importante que es esta palabra para cualquier grupo de votantes.
Tengo un problema personal en contra del uso del término empleo, pues automáticamente remite a que lo mismo se emplea a una herramienta para realizar un trabajo, que a una persona. El uso de la analogía entre “recursos materiales” y “recursos humanos” es una aberración que ha costado mucha sangre en toda revolución armada, y cuyo precio está lejos de saldarse porque ha pasado (de nuevo) a ser instrumentada de forma cotidiana.
Pero lo que quiero decir aquí no se centrará en la típica retórica socialista, sino en algo más horriblemente cercano, siniestramente elocuente y calladamente sufrido: las grandes compañías realmente usan de forma intercambiable a personas y inversiones como indicadores gubernamentales, y si se salen con la suya, es porque la miopía colectiva ve en lo inmediato cosas buenas, y en lo inevitable sus consecuencias…
Me explico: en todos los gobiernos, vamos, incluso en organismos internacionales como la ONU, el indicador por excelencia que se pone en las hojas de cálculo, en los cálculos proyectivos para ver si algo funciona o funcionará, es la unidad numérica denominada empleo
Por ejemplo, si se desea ver si un proyecto en el que se invertirá una importante suma de recursos públicos, privados o ambos, tendrá un impacto positivo en el entorno social, lo que se hace de inmediato es ver la relación directa entre inversión y empleos generados. Así, si se invierte un dólar y se obtiene un empleo, entonces es un proyecto que obtendrá una mejor calificación respecto de otro que requiere cien dólares para generar un empleo. Esto es obvio.
Luego vienen los famosos indicadores que modifican la calificación del proyecto en cuestión. Si en la zona de influencia de un proyecto el desempleo es más alto que en la zona de influencia de otro proyecto, entonces el primero tendrá una mayor calificación. Si el empleo es para mujeres se obtiene una califación más alta, si es para indígenas o minusválidos, mejor calificación. Si el empleo es permanente es mejor que si lo es temporal, y así sucesivamente.
No hay nada malo en todo esto. Generar empleos (aunque yo usaría el término trabajos) es bueno. Conservarlos también.
El problema está detrás de una cortina, de esas en las que se alcanzan a ver los pies de quien se esconde detrás. El término empleo y sus múltiples usos se han devaluado tanto, tanto, que se usa como moneda de cambio en todos los ámbitos gubernamentales e internacionales.
¿Quieres decir que tu proyecto es bueno para obtener apoyos del erario? ¡di que genera empleos! y asegúrate de que usas bien los indicadores que menciono antes, por supuesto.
¿Tu empresa está obteniendo mala publicidad? ¡menciona los empleos que genera o conserva!
¿El método que usa tu negocio para producir o vender se está quedando obsoleto? ¡expresa cuantos empleos se pierden por ello! así los gobiernos harán todo lo posible para que se atrase lo más posible la inovación que haría que tuvieras más competencia, o que simplemente nuevas tecnologías acaben con tus ganancias…
La palabra empleo, virtud y pecado por excelencia, es usada a favor y en contra del concepto que debería representar.
Se esgrime, se presume, se usa como escudo y se parlotea a más no poder en todos los círculos, y se olvida siempre que detrás de cada guarismo hay una persona, que es usada (¡ups! debí decir empleada) y desechada como cosa (¡ups de nuevo! debí decir como recurso).
Porque no hay nada más falso que un proyecto que es evaluado de buena fé y en el que se miente en cuanto a los dichosos empleos. Nada peor que una empresa o negocio que despide a cientos o miles de recursos humanos a la mínima presión financiera. Nada más execrable que una industria o forma de vender que en lugar de evolucionar y adoptar nuevas tecnologías lo primero que hace es mentar cuantos empleos se pierden o perderán si alguien descubre una forma nueva de hacer las cosas…
La verdad es que en todo este asqueroso enredo lo que menos importan son las personas, incluso aquellas que están en puestos directivos en instituciones gubernamentales o en la iniciativa privada, pues ellos también son escupidos y pisoteados en cuanto se presenta la oportunidad de hacerlo. Los verdaderos beneficiados de la adopción del concepto detrás de la palabra empleo son los dueños, los share holders, los que nunca dan la cara y se cobran con gente cada peso que pierden.
Mi problema personal es con el bobo promedio que ve en esto algo inevitable, El que cree incluso que es cosa buena que se pierdan cada vez más derechos (abonados, insisto, no del todo pagados con sangre). El idiota que proclama desde su silla de ignorancia el mal de todos…
¿Cuánto tiempo falta para que las palabras
pensión
o
jubilación
se conviertan en cosas tan malas como la palabra
sindicato
? ¿para que desaparezcan del todo arrojadas al agujero de la memoria? ¿para que la palabra
trabajo
y
justa retribución
se pierdan para siempre? ¡órale! de nuevo equivocándome, ya se cambiaron por
empleo
y
aguántate o lo pierdes
… el orate soy yo…