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¿Cámara digital? ¡Polaroid!

Casi nadie debería tener una cámara digital. De hecho, el que algunas personas hayan cambiado sus cámaras “de rollo” por unas que usan “tarjetitas” en automático los privó de sus propias fotografías. A pocos, realmente muy pocos (y no importando la edad o su situación socio-económica) les va bien tener una cámara digital, y los demás (la inmensa mayoría) deberían usar una Polaroid.

La frasecita “todo el mundo tiene algo que contar” es cierta, pero de ahí a que que lo que cuenten “valga la pena” es otro boleto. A nadie le interesan las fotos de tus hijos (a veces llegan a cansar hasta a tus parientes y amigos, pero no te lo dicen porque te quieren mucho). Sin embargo, te la pasas tomando fotos (y videos) de tus vástagos porque los adoras. Quiero usar esta analogía porque es precísamente ahí donde radica el que entiendas que sucede cuando te compras una cámara digital.

Cuando era pequeño, las fotos que le tomaban a los bebés y niños chiquitos eran algo verdaderamente preciado, tanto así, que era parte de un rito llevar a los niños a un “estudio fotográfico”, donde los vestían, peinaban y hasta maquillaban para tomarles la foto. Una modalidad en verdad cómica era la de tomar una serie de “caritas”, en las que el niño aparecía sonriente, enojado, pensativo, jetón y toda una gama de expresiones. La idea era preservar, con todo el profesionalismo posible, “la edad de la inocencia”, pero además, se hacía con todo el cariño y el respeto que entrañaba el “ritual”.

Hoy, padres y parientes toman fotos a los niños con sus celulares y camaritas digitales, que muy rara vez imprimen, publican en alguna galería en Internet (o envían por e-mail) y que las más de las veces sólo son exhibidas en el “fondo” de sus mismos teléfonos o de sus computadoras. Eso es abominable. ¿Que tienen que ver los inocentes, en ambientes empresariales? Una cosa es ver una o varias fotografías, con el respeto y el amor que uno les tiene a sus hijos, enmarcaditas, en un lugar importante, en su trabajo o en casa, y otra muy diferente ver documentos de word, excel, páginas web corporativas (sobre todo cuando uno es cliente de una empresa, pero también cuando uno lo ve en compañeros de trabajo) y abajo, la imagen (mal tomada la mayoría de la veces) de un bebé, de unos niños, en una situación que solo el que tomó la foto le entiende. Esas instantáneas desaparecen a la llegada de un virus, al cambio de un teléfono, a la implementación de una política de empresa que (¡al fin!) impide ese tipo de prácticas.

Lo importante aquí es que los nuevos aparatos, lejos de facilitar las cosas, las complican con efectos desagradables. La fotos se pierden, nunca se imprimen, raras veces se comparten…

Ya de por si es terrible observar que las cámaras se transforman en los nuevos álbumes, sobre todo porque las capacidades cada vez mayores de las tarjetas de almacenamiento lo hacen algo muy cómodo. Es común (y deprimente) ver que alguien le dice a alguien más “mira, te voy a enseñar mis fotos” y se acerquen a una diminuta pantallita en la camarita (o en un celular), en la que actúa más la imaginación que otra cosa, y el que sus respectivos dueños no se percaten de lo efímero de sus tomas, de lo fácil que es perderlas para siempre, de que en realidad han dejado de tomar fotos, y se hacen ilusiones con sus aparatos cada vez más modernos de que ahora lo hacen con “alta tecnología”, y no hay nada más alejado de la realidad. No importa que tan avanzado sea tu teléfono, ni que tan cara sea tu camarita, si las fotos no “salen” de esos aparatos (a tu computadora, al e-mail, al web, a un papel, vaya), las fotos simplemente no existen.

Y es que la tecnología no se ha vuelto “más fácil”, ni está “más cerca” de los tecnófobos analfabetos funcionales modernos. Es como llevarlos a vivir a un transbordador espacial. Por mucho que estén viviendo dentro de la cabina de mando, eso no los vuelve astronautas. El problema es que hoy hay dos clases de personas: las que obtienen trabajo, aprovechan las oportunidades de su tiempo y viven el presente, y las que están alejadas de todo, que ven con nostalgia los tiempos en los que no existían las computadoras, y que no se explican porqué están tan aislados del tiempo que les tocó vivir.

Afortunadamente, hay “muletas” para quienes no se atreven o elijen no usar su cerebro. La única “solución” que se me ocurre, es que vayan a una antigua tienda de fotografía y adquieran una cámara Polaroid, con la que obtendrán las fotos enseguida, y evitarán perderlas como hasta ahora.

Para quienes están entre el viejo y el nuevo mundo, hay formas de hacer que no sea tan radical el asunto: que nunca adquieran capacidades de almacenamiento mayores a lo que sus posibilidades de manejar la tecnología se los permitan. Por ejemplo: una tarjeta de memoria de 16 Megabytes, les permitirá almacenar hasta 9 ó 10 fotografías en una resolución aceptable (que permita imprimir las fotos en papel al mismo tamaño que lo hacían sus padres). Eso obligaría a “vaciar” el contenido de la tarjeta a una computadora cada vez que se va a un evento ó se sale a pasear, y revisar cada foto para ver si se le envía a alguien más por e-mail, se pone en una galería en Internet ó se imprime en papel, no llevaría más de 10 minutos. Para que quede claro el ejemplo anterior, digamos que se usa una tarjeta de 256 Megabytes, que almacenaría hasta 170-200 fotografías. Para “llenarla” serían necesarias varios eventos, salidas ó quizás un viaje. Revisar las fotos llevaría aprox. 2 o 3 horas, y esto es lo que vuelve imposible hacerlo a muchas personas. Hoy son comunes las capacidades de 1 ó 2 Gigabytes, que se traducen en 800 ó 1,500 fotografías, que a su vez tomarían no solo 4 ú 8 veces más tiempo llenarlas, sino que requerirían entre 12 y 24 horas revisarlas! (contínuas!).

La fotografía digital no es para todos (si es que no se dispone del tiempo, de los accesorios y de los conocimientos necesarios). De hecho, puedo decir con confianza que he de tener uno ó dos amigos ó familiares que usan su cámara digital (ni siquiera de su teléfono) apropiadamente, los demás es como si no las tuvieran en realidad.

Para casi todos, no vale la pena invertir su dinero en comprar una cámara digital.

 

Comentarios formato anterior:

Mr por Miguel Ochoa el domingo 13 de julio de 2008 Hola Carlos! En verdad que me he reido hasta las lagrimas con este articulo, ya que no conozco casa que no tenga en su sala los retratos con las expresiones de los rostros de los bebes que mencionas (mi casa incluida) asi como 2 tercios de las pcs de mi oficina que tienen las fotos de los vastagos con cara de “what” que los padres simplemente ven como maravillas de la naturaleza… creo que tambien esta relacionado con esos padres que les cuelgan cadenitas y brazaletes de oro de 9.5 kilates a sus bebes y que acaban en el monte de piedad para poder inscribirlo a la primaria, en fin, lo que queria mencionar es que ya solo les queda un año de vida a los usuarios de camaras instantaneas Polaroid, ya que desde este Febrero de 2008 ya no estan fabricandolas mas, y las existencias al parecer duraran solo el 2009 y despues solo seran de recuerdo, en fin, asi avanza el tiempo y seguramente regresaran al estudio Ysunza para que les hagan sus retratos de colores pastel , saludos!!!

por Verónica el martes 25 de noviembre de 2008

¡Vaya! Hasta que doy con alguien que no pensaría que soy una anticuada por seguir usando mi 35mm y sobre todo, ¡mi polaroid! (que, dicho sea de paso, me sigue emocionando como lela poder tener en mis manos la foto que tomé, de veras, en papel y en un ratito). ¡Está padre tu blog!

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