Existe un método en la academia para ser considerado “investigador”: si no publicas, no existes, y si no existes, no serás “investigador”. Eso es todo. El método es, en sí, estúpido, pues el aspirante a “investigador”, o el que ya le fué puesto el título y desea conservarlo, debe publicar indiscriminadamente. En la mayoría de los casos, en las llamadas “ciencias exactas”, me he topado con publicaciones que dan lástima. Tal parece que el pobre ejercicio de la tesis de titulación, se conseva a lo largo de la vida académica de muchos. Porquerías y basura se suma todos los días a los atiborrados estantes de las universidades. Mientras que la tesis sea un requisito para titularse, y mientras que para continuar en la academia sea necesario publicar y publicar, el astuto y holgazán llenará esos requisitos solo por cumplir, y no para innovar, descubrir, refutar o concordar. Pero en las mal llamadas “ciencias sociales” no hay para donde hacerse, porque son pocos los que persiguen innovar, descubrir, refutar o concordar. La mayoría sufre solamente de verborrea cerebral crónica, dado que la propia naturaleza de esas ciencias dá para escribir bibliotecas enteras, sin que nadie pueda refutar o concordar, con interminables bibliografías que crecen ad infinitum siendo, a veces, más extensas que las lastimosas publicaciones.