De Suicidas y Asesinos, Segunda Parte

En la Ciudad de Los Angeles, California, no se puede circular por el carril de alta velocidad de las vías rápidas, si uno viaja solo en su automóvil. Hay una ley que previene que si solo hay un ocupante en un automóvil (a menos que se trate de una situación de emergencia, claro) se pueda viajar en los carriles de alta velocidad. Como consecuencia, la imagen que se aprecia en las horas pico del tráfico es la ocupación máxima de todos los carriles en los freeways, con excepción de los carriles de alta, porque casi todo el mundo prefiere viajar solo. Este es un ejemplo de una ley que incentiva (que a lo mejor no es muy efectiva, pero que permite la circulación de los vehículos de emergencia con facilidad aún en las horas de mayor carga vehicular) y no una ley estúpida que solo ordena, me explico:

En la cámara de diputados de nuestor país no se incentiva, se ordena, y todavía se vanaglorian de ello en sus famosos spots publicitarios: “En la cámara de diputados, damos resultados, 59 legislatura” (la 59 legislatura es la peor que hemos tenido los mexicanos). Se la han pasado repartiendo el dinero que no tienen en programas de alto impacto político, y cargando la factura impositiva sobre los ya muy cansados hombros de aquellos que estamos cautivos de Hacienda, que tenemos que pagar sus votos, su popularidad, su incompetencia. No es porque hacer hospitales, construir carreteras y todo aquello que escupen en los medios sea malo, claro que no. Pero no han dado curso a la reforma que tanto necesitamos en materia de justicia y seguridad, que tanto nos hace falta (ya que es la base de todo Estado: la justicia y la seguridad, cosas de las que actualmente carecemos, y por tanto nuestro supuesto Estado es una basura). Los diputados de México no saben legislar (repatir dinero para crear y subir impuestos es una medida extrema para una legislatura que realmente trabaje), y necesitamos profesionales legislativos, gente que no nos cause dolor y asco cada vez que les paguemos sus cheques.

Nada me hizo sentir más indignación que la frase que se repitió una y otra vez en prácticamente todos los medios a partir del bailarín muerto por atropellamiento, con su traje de lentejuelas, por la madrugada, en la vía rápida más importante de la Ciudad de México: todos los presentadores, comentaristas y lectores de noticias hcieron patente su falta de profesionalismo cuando proferían “yo no soy un(a) experto(a) en leyes, pero…”. Yo si tengo derecho a decir esa frase, a cada rato, y cuando se me antoje, porque yo no estoy ante un micrófono, yo no formo parte de los medios masivos, yo no tengo esa responsabilidad, y es una completa, total y absoluta irresponsabilidad el que alguien, con el inmenso poder que da el aparecer en un medio masivo de comunicación, no pueda ser objetivo, imparcial, conciente pues de lo que puede suceder con su auditorio cuando le da un peso mayor a lo que siente que a las leyes a la que está sujeto.

Me había dicho a mi mismo que no iba a opinar sobre la trágica muerte de Mariana Levy, trágica porque literalmente murió de miedo, dejando a 3 niños huérfanos de madre por ese motivo; pero la proximidad cronológica de uno y otro caso han sido amplificados y presentados como uno mismo por esos mismos medios. Es una regla de la vida el que los hijos deben enterrar a sus padres, y mientras lo hagan a una edad madura, en la que puedan decir que aprendieron y atesoraron a sus progenitores, mejor. No me quiero imaginar lo que sufre (y sufrirá hasta su muerte) la señora Talina Fernández. Para ella mi respeto y mi simpatía, aunque se que de poco le va a ayudar cualquier cosa, cualquiera.

Mariana Levy murió de miedo por una circunstancia que a mi me parece muy clara: con tantos niños como iban en su camioneta, y todos ellos tan asustados como estaban frente al hecho de la aparición de un tipo armado, la amplificación del miedo y la responsabilidad de cualquier adulto en esas circunstancias podrían matar, y la muerte de Mariana solo confirma el hecho de que el sentirse responsable de cualquier acción que pudiese mitigar ese miedo la llevó a la muerte, la ennoblece y le da una estatura que quisiéramos algún día llegar a tener, todos.

Nada tiene que ver una muerte como la de Mariana con la muerte del bailrarín Ponce. Ambas trágicas, pero en circunstancias completamente distintas.

Ponce hizo todo lo que no debió de hacerse. Ponce iba e una motocicleta, a 40 Km/hr., en carriles centrales, en el periférico, de madrugada, sin casco o siquiera alguna protección, en plena filmación de un segmento a incluirse en un programa televisivo de quinta categoría, bajo las órdenes de un par de descerebrados también de quinta categoría (Sergio Mayer y Alexis Ayala), y fué atropellado por alguien que también tiene su parte de culpa por distraerse o lo que sea e impactarse con tamaños estúpidos.

Culpables son, en primer lugar, el equipo de producción de Televisa que impartieron las órdenes de hacer algo tan mal hecho, que ponía en peligro la vida de aquellos que participaran en eso. Culpables todos los participantes, aunque en menos grado, porque en este país no es fácil abstenerse de seguir órdenes, por más idiotas que sean quienes las imparten, a costa de perder el trabajo y con ello la comida en su mesa. Culpables las autoridades, que se quejan y se quejan hasta el cansancio de que la gente no entienda sus leyes y reglamentos, pero que no se bajan al nivel de la chusma y se los hacen saber, como en nuestro vecino país del norte, con carteles y anuncios cada vez más grandes y vistosos. Culpable, también, el conductor que impactó su Chevy Monza contra los motociclistas, poruque solo por una distracción de su parte se puede explicar el haberse impactado contra la caravana de bailarines lentejuelados en moticicleta que iban siguiendo las órdenes de sus irresponsables jefes a cargo de la producción.

Pero también culpables los medios, por no ser imparciales, por no ser objetivos, y por hacer a un lado las leyes cuando se trata de amigos y de compañeros, por desconocer las leyes cuando tienen una enorme obligación y responsabilidad para con quienes los ven, escuchan y leen.

En una nota aparte, debería haber leyes que nos protegieran contra el poder desmedido de los medios cuando juzgan a alguien (que no tiene el mismo poder de réplica) con la facilidad que lo hicieron en este caso, por el hecho de no haber sido calmo, frío y no como ellos hubieran sido en igualdad de circunstancias (el conductor ya ha confesado haber estado en estado de shock, y respeto la declaración, habiendo estado en situaciones de emergencia yo mismo y presenciado como las reacciones desmedidas han puesto en peligro la vida de los involucrados).

A fin de cuentas, el resultado de tantas y tantas faltas ha sido la muerte de un individuo, y casi siempre lo es. La receta de no preveer siempre ha traido, y traerá, fatales consecuencias…

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