El miedo se toca, se vive, se sufre y hasta molesta. Molesta, si, porque yo no soy vox populi, no formo parte de la chusma que se arremolina todos los días a recibir su ración de lecciones maniqueas sobre la vida que se imparten por la T.V. abierta, en los horarios estelares acostumbrados en los que pasan los noticieros. El miedo es amplificado, distorsionado y hasta acomodado en dichas emisiones matinales y nocturnas por supuestos periodistas, mal formados, inexpertos, nada profesionales que no hacen otra cosa que dar su chafa opinión o comentario sobre una gigantesca variedad de temas de los conocen nada.