La Constitución de los Estados Unidos Mexicanos está diseñada para que, con respcto al culto religioso, no solo se pueda profesar el que a un ciudadano se le venga en gana, se le ocurra o invente, sino que definiendo un Estado Laico, nunca se oficialice o privilegie creencia alguna, y así se asegure una amplia libertad para que el crédulo ande por la vida pensando en el Hada Madrina, en Juan Pestañas o en quien se ponga enfrente (o atrás).