El Plan de AMLO

Los medios le dedicaron 30 segundos, algunos hasta un minuto completo. En los diarios hay una cronología que más bien parece desdén compartido. Vuelve a ser evidente que quien usa los medios tradicionales para enterarse de algo, termina sin enterarse de nada.

Asistir al evento de Andrés Manuel López Obrador, para que tomara cargo como “presidente legítimo”, no fué nada fácil, siendo el frío la más grande dificultad, y el zócalo abarrotado (cosa a la que ya me acosumbré) la que le sigue.

Ahora, ya con experiencia, no había manera de que me pillaran desprevenido. De no ser por el frío hubiese ido en bici, pero como aún no termino de salir de una gripa propia de estas temperaturas, tomé la opción de irme en metro. Me bajé en la estación San Juna de Letrán, a un lado de la insigne torre latinoamericana, y de ahí a caminar y caminar.

Los acostumbrados bicitaxis estaban en su lugar, esperando pasaje (que gustoso evitaba la caminada, pero era engañado pues no podían llegar hasta el zócalo, debido a los múltiples retenes policiacos).

Como en ocasiones anteriores, desde el viaje en el vagón del metro ya me acompañaban los seguidores de AMLO, su peje. Este es un signo cuasi-inequívoco de que no son acarreados: llevan su ropa amarilla sin logotipos (aunque algunos llevaban a su adorado Club América, que también es amarilloso), van en familia (si, con niños y abuelitas) y llevan gastadas banderitas de eventos pasados. Son los convencidos, los identificados, los verdaderos pejistas.

Fué algo refrescante toparme con el que ahora quienes llegaban en caravanas de camiones usasen gafetes de identificación (ahora, por fin los acarreados se identificaban como tales). Orgullosos, los “seguidores organizados” de Andrés Manuel traían colgando o prendido con alfiler un cartón plastificado que los nombraba “delegado de la la convención nacional democrática”. Si me preguntan a mi, ellos formaban un tercio de todos los asistentes al lugar.

Como antes se había efectuado el “tradicional” desfilito conmemorativo del 20 de noviembre (y además es día de asueto), casi todos los establecimientos del primer cuadro llevaban prácticamente todo el día cerrados, lo que le daba un aire de pueblo abandonado. Unos montones de mierda de los otrora caballos desfilantes servían como recordatorio y a la vez advertencia a solo una cuadra de la plancha del zócalo.

El primer “contingente” plenamente visible lo componen quienes esperan impacientemente su turno para vaciar sus intestinos, vejigas y a veces estómagos en los baños portátiles que fueron a todas luces insuficientes para el caso (fueron instalados solo 6). Un probable signo de la falta de fondos que empieza a hacerse notar.

El GDF esta vez entendió la antífona y no colocó sus mantotas en lugares públicos, es más, hubo pocas mantotas. Si en la segunda asamblea era evidente que se podían poner (y comprar) ahora la única puntada fué el que la única mega-mantota fué sostenida por 2 altísimas grúas, enfrente a catedral, como quieriendo taparla (solo conseguían sobresalir sus 2 torres).

Yo, armado como iba, con mi torta y mi refresco previamente adquiridos en un 7-11, procedí a echarme mi tentempié ante la mirada antojadiza de las mayorías. Al parecer, tampoco fueron alimentados en demasía, o simplemente mi torta (de carnes frías) se antojaba a la vista. De hecho, escuché entre un contingente chiapaneco que habían comido bastante bien.

Lo que seguía era encontrar unbuen lugar para mis fotos y videos. No quería estar muy cerca pues me perdería la verbena, ni muy lejos, pues no captaría nada. El mejor lugar resultó ser a un ladito de la monumental asta bandera, que lucía calcomanías en su base a favor de AMLO y en contra de todos los demás.

La sorpresa se dió cuando vi cuanta gente estaba sentada (delegados de la CND y no), las sillitas plegables estaban por doquier, y sus ocupantes a cual más variados en edad, sexo y fenotipo, pero casi todos adormilados, esperando el momento en el que iniciara el evento. Ahí, entre la muchedumbre, unas “tradicionales” viejitas (conocidas como “marías”) estaban sentadas en un compacto grupito, y como vi a medio hacer una de sus “artesanías” de yute, se antojaba pensar que ahí las había agarrado el asunto, sin advertencia previa (pues no traían tampoco sillitas); pero de pronto, una de ellas sacó de entre sus ropas un celular y empezó a hacer una llamada…. ah… la “modernidá”…. “’erdá?”….

Los que solo querían ver, pero no participar, estaban aglomerados en los restoranes de las azoteas del zócalo. Eran muchos. Pero se perdieron lo que pasaba abajo, entre la gente.

¡La música! De verdad, Luis Cobos, pensé que con las décadas te iba a dejar de oir, pero “Mexicano” sigue y sigue (en especial, el Huapango). La atmósfera estaba puesta.

Luego, el escenario, el templete. Un águila juarista, en cuyas patas lleva una serpiente y más abajo un nopal (en lugar de flechas y olivos, fuera de esa diferencia son muy pareciditas la del norte y la del sur, no me vengan con mamadas) estaba en el fondo, enorme, con aires de grandeza (y aires verdaderamente gélidos). Sillas de madera labrada con piel color vino esperaban al mentado “gabinete” de Andrés Manuel (¡yo quiero una! Se ve que eran nuevas y mandadas a hacer exprofeso) estaban flanqueadas por 2 banderotas (estas si, con el escudo oficial mexicano), y al frente, con uns barrotitos de madera (muy al estilo de los estrados que aparecen en los juzgados de películas gringas) el púlpito desde el que se leerían discuros y se moverían masas.

También había 2 pantallas colgantes a los lados de este escenario, para poder observar mejor los close-ups y los magníficos paneos de una cámara robotizada. Tan pocas pantallas (en comparación con otros eventos) tuvieron un efecto súmamente agradable, pues por chiquitas y escasas, motivaron el que todo el mundo gritase “¡¡¡bajen sus banderas!!! no dejan ver” y efectivamente, bajaron las banderas y dejaron ver.

Solo una mono de cartón del peje, cuando antes había decenas, se apareció cerca de donde estaba. Era portado por unos tipos que de otra forma no hubiese visto, pero llevaban también un megáfono en el que gritaban cuanta harta pura pinche y puta grosería a lo pendejo se les antojaba. Nadie les hacía coro, y cuando volteé me di cuenta de la razón: eran horribles, horripilantes, chimuelos, barbi-ralos, lentudos (pero baratos), feos como la chingada… como personaje del también feo Jodorowsky… y además se veían en estado de extasis, felices de por fin llegar a un lado y ponerse a gritar, sentirse importantes, que son algo, que dicen algo…. chale…. pobres güeyes….

Y de pronto, también sin ningún “ahí viene, ya casi” sino un “ya está aquí” AMLO hizo su aparición, y con el, las banderitas arriba y a agitarse a más no poder, y el grito más famoso de la tarde “es un orgullo / estar con Obrador”.

vista general (antes)

vista general (llegando)

punto de acuerdo y “gabinete”

punto de acuerdo y gabinete 2

himno nacional

aceptación de “cargo”

discurso 20 puntos 1

discurso 20 puntos 2

discurso 20 puntos 3

discurso 20 puntos 4

final de discurso

Y de forma casi mecanizada, rápida, se dió paso a los puntos del programa del evento. Y de forma apresurada fué presentado el “gabinete”, cantado el himno nacional, y dicho que el cargo de “presidente legítimo” era designado por acuerdo de la Convención Nacional Democrática. Andrés Manuel acepta el cargo y procede a hacer un discurso con “20 puntos” de su “programa de trabajo”. Nada nuevo.

Lo importante vino después…

La “forma de trabajar” de Andrés Manuel se definió como el “atender asuntos generales” en la Ciudad de México de lunes a miércoles, y de jueves a domingo, visitar todos y cada uno de los 2,500 municipios del país… para formar un ejército de choque, un grupo que creíamos extinto en el país desde que no le funcionó al PRI (vaya, que todavía lo usan en lugares paupérrimos y apartados, jodidos), pero que ahora renace con nueva fuerza en manos de AMLO. Se extenderán millones de credenciales “firmadas por el presidente legítimo” en el que se asumen 2 compromisos: tanto el de reconocer la “afiliación” al conjunto de AMLO como el de “comprometerse a acudir cuando la situación así lo amerite y lo juzgue el presidente legítimo” para “presionar contra medias en las que no se esté de acuerdo”.

En suma, AMLO formará un grupo coordinado de presión, y ya adivino como la ejercerá, de forma coordinada, en todo el país, para hacerse oir ahí donde algo no le plazca. Ese será el método, la forma de actuar.

Pero luego, con mirada flamígera, se dirigió a Marcelo Ebrard (¡pobre de ti, Marcelo!) y le dijo: “ya te pedimos que implementes un mecanismo para que la leche Diconsa se distribuya a 3.50 el litro y no a 4.50”, además de hacer mención de que ya están muy coordinados con el próximo Gobierno del Distrito Federal. Luego de esto, parece que se dió cuenta y agradeció a Encinas por los servicios prestados.

Con el fin del discurso de Andrés Manuel (y de nuevo el canto del Himno Nacional), se cedió el escenario a Silvio Rodríguez, que ya de noche, y con frío glacial, se trepó con gorra, bufanda, chamarras y toda la cosa. Disculpándose por el sonido de su guitarra en la primera rola, y excusándose por la demora (tardó unos minutos en subir) debido a que se le había roto una cuerda (que nunca quedó afinada), tocó una segunda (“si me dijeran, pide un deseo…”) y casi al irse a la tercera, terminó disculpándose por no poder tocar la guitarra… y le dijo, directamente a Andrés Manuel: “no te la puedo cantar, mejor te la digo” y comenzó a leer los versos de “te doy una canción”. A mi no me la venden. Silvio estaba encabronado, no acabó de gustarle lo que acababa de ver, e hizo lo que quizo para demostrarlo. Tan es así, que terminando la lectura, agarró su guitarra, su cuaderno de partituras, y se fué derechito para abajo del templete.

Luego, Jesusa Rodríguez, medio queriendo arreglar el asunto (pues dejaron el escenario vacío durante casi 10 minutos luego del “desplante” de Silvio), quizo cantar, quizo “levantar”, pero ya todo el mundo estaba alejándose (por el frío y lo que pasó con Silvio)…

Caminar y caminar, de regreso al metro, en la muestra interminable de “plumas del presidente legítimo”, “almohadas del presidente legítimo”, pancartas, globos, playeras, gorros, cachuchas, vasos, tazas, tarros y toda clase de mercancía alusiva al evento… como saliendo de un concierto…. en el que el artista no quizo tocar….

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